El pasado 9 de junio de 2023 tuvo lugar en la 56 edición de la Feria del Libro de Valladolid la presentación editorial del libro “Mis amigos y otros animales. Andanzas de un naturalista de pueblo”, con la presencia del autor, Roberto Rodríguez, y del editor de editorial Aruz, Wifredo Román, y dirigiendo el acto el periodista de RNE Francisco Alcántara, quien ha tenido la amabilidad de compartir las palabras acerca del libro que escribió para la presentación.
“Cualquier lugar puede ser centro del mundo. Centro del mundo y espacio fundacional. Esto es así para las personas que viven en equilibrio y en armonía. Que aman la naturaleza y, sobre todo, que saben contemplarla”.
Recojo estas reflexiones del poeta Antonio Colinas, quien me explicaba hace unos años, para un documental sobre el tren de la Fregeneda, en Salamanca, que cualquier lugar puede ser el centro del mundo si quienes lo habitan encuentran eso que conocemos como paz, calma y sosiego. No hay mejor lugar para vivir que aquel al que uno sabe que pertenece.
La tranquilidad del alma. Esa mirada sobre el mundo, de la que nace el sentido del libro, se basa en el afecto a los amigos y en la aceptación, en la compasión hacia la naturaleza, incluso hacia los ojos huidizos de un lobo herido por un disparo de escopeta. También ante el asombro, que no es otra cosa que la puerta al conocimiento. La capacidad de sorprenderse y admirar.
“¡Qué ingratos somos los humanos! Hemos dejado de mirar al cielo, tal y como hacían los labradores hasta hace no mucho… Y es que la calidad de vida no debería medirse sólo por los avances tecnológicos o por el producto interior bruto”.
Es una de las primeras reflexiones que nos ofrece el autor, un enamorado de la vida rural, que conoció en su infancia y adolescencia.
Vamos a pasear por Villapún, un pequeño pueblo al norte de Palencia, cerca de Saldaña, que es el centro del mundo para Roberto Rodríguez, el autor del libro que nos convoca esta tarde, ‘Mis amigos y otros animales. Andanzas de un naturalista de pueblo’, editado por Aruz ediciones, que dirige Wifredo Román, que también nos acompaña.
Hablaremos de un relato que es la suma de muchas experiencias. A la llamada de la tierra y de la infancia. El deslumbramiento del territorio que envolvió la infancia del autor. Las vivencias con los amigos que lo acompañaron en esta etapa de la vida en la que se forjan los afectos y la amistad. La cercanía a una forma de vida en connivencia con el entorno. Con unos saberes tradicionales, que han pasado de padres a hijos y que ofrecen soluciones a casi todos los problemas cotidianos. Y, como no, el espacio en el que viven los animales y la vegetación que van descubriendo el autor y su pandilla de amigos en sus paseos.
Hay experiencias iniciáticas que transforman una vida. Un rito de paso o de transición, que le afianzó en su amor a los animales. Como cuando Roberto mató con un tirapiedras a un escribano cerillo.
“Lo sujeté en mis manos, el cuerpo aún caliente, deseando que siguiese vivo, pero era demasiado tarde y mi vergüenza y sentimiento de culpa me corroían las entrañas. En un acto impulsivo arrojé con fuerza el cuerpo inerte hacia las zarzas, me quité del cuello el tirapiedras, enrollé las gomas en la horcaja y lo guardé en el bolsillo trasero del pantalón. Aquella fue mi primera y última presa. Dejé de llevar al cuello el tirapiedras para empezar a colgarme unos prismáticos”.
De forma empírica, Roberto se convirtió en un ornitólogo. De ahí la facilidad con la que describe, fundamentalmente, las aves que habitan estos parajes. Apostando por los nombres vernáculos. Por lo local. En la línea del gran naturalista salmantino Francisco Bernis, una apuesta por el habla popular.
Siempre me ha sorprendido el imperialismo patronímico, cómo se van homogeneizando los nombres. No sólo como se pierden los localismos con los que en cada territorio se nombran a plantas y animales. También los parajes van perdiendo su identidad, porque hubo épocas donde cada trozo de tierra tenía su nombre.
Pero, no podemos dejar en saco roto que Roberto es miembro de esa generación que se aficionó a salir al campo para buscar y catalogar bichos, tras seguir los programas de Félix Rodríguez de la Fuente. Esa pasión hizo que su pandilla de amigos escuchase, semanalmente, a través de un pequeño transistor, los programas de ‘La aventura de la vida’, que emitía Radio Nacional de España.
Una curiosidad, hemos citado a Félix Rodríguez de la Fuente, a Francisco Bernis, nos queda José Antonio Valverde, el creador de Doñana como espacio protegido. Fueron los grandes naturalistas del siglo XX en España. Los tres nacieron en Castilla y León. Roberto Rodríguez acabó estudiando Biología y dando clases, imagino que con el deseo de ampliar el censo de defensores de la naturaleza.
Este libro ‘Mis amigos y otros animales. Andanzas de un naturalista de pueblo’, nos propone pasear por una cartografía sentimental por el norte de Palencia. Estas memorias de niñez resultan entrañables y vivas. Da cuenta de su familia numerosa, de los amigos y vecinos de Villapún, de todos aquellos sucesos y personas que en esa primera e importantísima etapa de la vida dejaron huella en su espíritu. Y pone de este modo de manifiesto cómo se formó, desde la infancia, la identidad del hombre que ha llegado a ser.
Para Roberto, como para muchos que nacieron y vivieron en un pueblo, es una bendición poder decir, “de aquí soy yo y también los que vinieron antes de mí”.
¡Qué poco se necesita para ser feliz!
Roberto Rodríguez, buenas tardes.
Francisco Alcántara
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También puede verse el vídeo del acto completo que tuvo lugar en el Círculo de Recreo de Valladolid:
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