José García Aguilar ejerció de maestro en la escuela de niños de Villapún durante el curso escolar 1966-67. En este relato nos cuenta sus vivencias y recuerdos de Villapún y de algunos de los villapuneses con los que coincidió.
RECUERDOS DE UN MAESTRO DE ESCUELA
Soy José García Aguilar, andaluz de Archidona (Málaga), maestro
de ESO jubilado que estuvo destinado en
la escuela unitaria de niños de Villapún durante el curso 1966/67.
Recuerdo la aldea y la escuela donde llegué a tener matriculados
un total de diecinueve alumnos que como se iban dando de alta al cumplir los
seis años y de baja al cumplir los trece tuve una media de asistencia entre
catorce y quince alumnos. Llegué un 19 de septiembre desde unos 800 kms al sur
en una moto Vespa de 125 cc. con 26 años de edad.
Conservo muchos y gratos recuerdos personales, más que nada de
la familia que me acogió tan afablemente, la del señor Nereo junto con la
señora Mera, Selmi y la inolvidable Feli, como también de las mozas tan guapas
que había en la aldea. Yo salía mucho junto con Selmi y con los mozos y mozas
de la pedanía. De ellos recuerdo a Modesto y de ellas a varias, como Conce, que
era vecina, Margarita, Justi, Agusti y Mari Paz, y el nombre de algunos señores
como Otilio, Carlos y Pelayo. También recuerdo la escuela, la Iglesia y los
rosarios tan animados del mes de octubre, así como las dos cantinas, en una de
las cuales, la de Anita, se organizaban bailes en su patio los domingos por la
tarde-noche y donde sonaban las canciones de Manolo Escobar. Tengo muchos
recuerdos de aquel lugar y aquel curso: del estanque helado por donde se
arriesgaban a patinar los críos, del barro y las abarcas, y de la primera
helada que me pareció nevada. En la Vespa llegado el buen tiempo visité entre
otras las ciudades de Burgos y León. A la primera moza que conocí fue a la
bibliotecaria de Saldaña, y de esa ciudad sus ferias de ganado de los martes.
Entonces había en Villapún unas 60 familias y sobre 250
habitantes, y hoy veo que no llegan a los 70. Aquel año estaban inmersos en la
concentración parcelaria que no concluiría hasta 1974. Había luz eléctrica,
pero ni agua corriente ni retretes como tampoco canalizaciones de aguas sucias;
esto es lo que más me impactó recién llegado.
Lo que más me maravilló
fue la solidaridad entre los vecinos y la repartición del trabajo comunitario
que era conocido como “huebra”. Parecía como si todo funcionara casi por
inercia: sacar las vacas a pacer por la mañana y devolverlas por las tardes,
limpiar la Iglesia y la escuela, que en ésta no faltara carbón para la estufa,
y hasta para enterrar a los muertos.
Desde una mañana muy temprano de principios del mes de julio de
1967 en que salí de allí no he vuelto ni he visto a ninguna de las personas que
conocí como tampoco de aquella buena y acogedora familia. Ahora he retomado el
contacto Feli y con Roberto gracias a las nuevas tecnologías. Con Feli sólo hablé
una vez por teléfono en 1992, lo recuerdo porque se celebraba la Exposición
Universal de Sevilla, y en otra ocasión más tarde por las fiestas de san Pelayo
en que me llamaron.
Siento la muerte de Selmi, demasiado joven, de la buena de Mera
y de Nereo, todo un gran señor, inteligente y trabajador, a la edad de 95 años
hace apenas cinco, pero lo que más siento es que se hayan ido sin haber tenido
ocasión de darles un abrazo.
Si alguien quisiera contactar conmigo, Roberto tiene mi correo
electrónico y Feli mi Whatsapp.
Un saludo para todos los villapuneses y un abrazo para todos
aquellos que conserven un pequeño recuerdo de este maestro que convivió un año en
esa admirable pedanía.
José García Aguilar