"Crónicas de un pueblo palentino"

"Crónicas de un pueblo palentino" es una sección de la web www.villapún.es en la que se publican relatos verídicos o de ficción que tengan relación con el pueblo de Villapún o la cultura rural en general. Si quieres participar escribe tus historias y vivencias, tu relación con el pueblo, acontecimientos del pasado, cuentos del abuelo, aventuras de la infancia..., en fin, lo que quieras y envíalo a: villapun@gmail.com


lunes, 21 de octubre de 2024

Arroyos de Villapún (I)

El arroyo de LAS BLINCONAS, citado en la recopilación de topónimos palentinos de Gordaliza y Canal, se sitúa en el pago de la Brinconas, tratándose de uno de los ramales laterales del arroyo de Retortillo.

viernes, 18 de octubre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XXIV)

La corteza reseca de los CHOPOS (Populus sp.), cuando se almacenaban durante mucho tiempo sus troncos cortados, se desprendía en finas tiras, conocidas como “MÓNIX”, que convenientemente manipulado y envuelto con un papel, se fumaba como un sucedáneo del tabaco, sobre todo los “chiguitos” en épocas pasadas.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Lo que han dicho de “Mis amigos y otros animales” y “El canto del pepús”



El 18/8/2022 S.N.B. dijo:

“Enhorabuena Rober por tu trabajo y por el producto de tan ardua tarea. Solamente se puede hacer algo así si se ES del lugar, no hay otra manera.”


El 20/8/2022 A.F. dijo:

“Descripciones y características de animales y plantas, entreveradas entre la narración de acontecimientos y anécdotas. Recuerdos descritos con sinceridad, sin complejos, a calzón quitado. Lo importante: la vida, lo que la sostiene y la interrelación entre todas las vidas. Puro análisis científico, pero no está exento de pasión y emociones. Las propias de una mente infantil, natural, no contagiada de prejuicios. Tampoco falta el pensamiento crítico del adulto ya experto y con argumentos.”

 

El 21/8/2022 I.S.M. dijo:

“Que sepas que oír decir mi nombre en alguna de las aventuras mola. ¡Gusta mucho! Solo decirte que muchas gracias por haber escrito este libro... No soy gran lector y me lo he leído en tres días.”

 

El 22/8/2022 A.R.M. dijo:

“Lo leí del tirón y es ameno,  pero son muchas historias que iba recordando, por lo que me pinchaba a seguir. El capítulo que más me ha gustado es el de Enriquín. Independientemente de que son historias reales, cualquier novela de ficción lo hubiera puesto el último, con el gran añadido de que no se dan detalles del adiós, por lo que es un final suspensivo y añade interés para quien no sepa nada, que seguro que empezará a cabilar si se ha perdido algún detalle de la narración, cosa que no sucede, por lo que aún queda mejor.”

 

El 22/8/2022 S.R.M. dijo:

“El capítulo que más me gustó fue el de Nochebuena en el coche de Jule. Y lo que me gustó más recordar la escena, muy bien descrita, del día después de matar el gocho, mamá pinchando las morcillas con la aguja de tejer y todos los demás esperando calducho.”

 

El 23/8/2022 T.R.M. dijo:

“El libro no tiene desperdicio. No encuentro favorito: cada nuevo capítulo me parece el mejor, aunque quizá el de Félix y el de Jule me han impresionado más. Trato de verlo como conocedor y como extraño. En ambos prismas es fenomenal.”

 

El 28/8/2022 M.E.M.D. dijo:

“Sólo al leer la dedicatoria se me escaparon las lágrimas porque soy villapunesa y porque citas a tu mamá... Me he entretenido en  el final buscando nombres de gente conocida, que hay  mucha. Es una preciosidad de libro y le has dedicado mucho tiempo. He gozado, he reído, he recordado tantas cosas de nuestro pueblo que me has metido a Villapún más en el corazón de lo que ya lo tenía... Me encantan las cosas que cuentas de tu madre, rezuman el cariño que ella se merece  y se merecía.”

 

El 28/8/2022 T.R.M. dijo:

“Yo ya tengo el preciado botín, disfrutando el vértigo existencial de los vencejos.”

 

El 29/8/2022 C.M.V.M. dijo:

“Se me está haciendo ameno y me está gustando recordar aquellos tiempos.”

 

El 30/8/2022 R.F.M. dijo:

“Súperentretenido. Es una cosa fresca, engancha o sea que prepara otras pocas historias para el siguiente, que mucha gente tendrá vivencias parecidas o les gustan estas. El final no me lo esperaba, muy emotivo, muy melancólico, pero bien, queda bien porque es como una pincelada diferente.”

 

El 1/9/2022 M.N.D. dijo:

“Acabo de terminar de leer tu libro (o el libro de todos). Me ha gustado mucho. Yo sigo recordando los veranos en Villapún como una de las épocas más bonitas de mi vida. Yo deseo que llegue la primavera y ver como el viento mece a los trigos y estar tumbada en el patio y ver volar a los vencejos, las estrellas por la noche, ver y escuchar todos los años el pepús. Yo también fui a coger flores a los prados del Valle, a buscar nidos, a las meriendas de Oncastellana, a escuchar música en el Plantío, a pasear por todos esos lugares que comentas y que yo ahora no recuerdo dónde están. En fin, gracias por hacernos recordar de dónde somos.”

 

El 4/9/2022 M.E.R.M. dijo:

“Acabo de terminar de leer el libro, que manera de enganche que tiene. Muy bien redactado y escrito. Muy bonito. Unos merecidos buenos aplausos. Ve preparando una segunda parte u otra cosa, aunque no tenga que ver con esta.”

 

El 7/9/2022 M.B.G. dijo:

“Tu libro me parece parte de mi propia vida. He leído con extrema atención y encanto el libro de tu vida, que en parte se asemeja a mi infancia hasta los 14 años. En mi opinión el estilo es Barojiano porque como él describes minuciosamente los detalles más peculiares de personas, personajes, paisajes, parajes y detalles de animales y plantas. No me cabe duda que también en el contexto general del libro hay una gran influencia de Delibes. ¡Mi más sincera enhorabuena!”

 

El 7/9/2022 J.L.G. dijo:

“El libro ha  despegado con alas de águila real, al que le deseo altos vuelos y largo viaje. Me ha enganchado y me fascina. Gracias por traer al 2022 tus recuerdos, que evocan los míos y los de muchos otros, por tu reinvicación —velada o transparente— de valores de una sociedad rural que se disuelve como un azucarillo en el excitante café. Genial, próximo y con rigor. Sincero, claro y preciso, con intriga e información muy interesante. Descriptivo y humano, sensible y sensibilizador. Didáctico, educativo. Una joya. Libando su néctar como abejorro en una flor de madreselva. No pude resistirme y leí el último capítulo. Conmovedor hasta la trascendencia. Lo acabo con ese regusto que nos deja un libro ameno y agradable, mezclado con el deseo de no llegar a la última palabra. Me queda la esperanza de la relectura y consulta, pues está colmado de datos biológicos y etnográficos muy interesantes. Este abejorro se está quedando con el néctar de tu libro en su labro. No dejes de escribir.”

 

El 15/9/2022 C.M. dijo:

“Tiene muy buena pinta, entiendo que es una visión amplia de tus vivencias y de cómo es tu pueblo, Villapún.”

 

El 18/9/2022 N.B.B. dijo:

“Te quiero dar la enhorabuena por el libro que has publicado. También darte las gracias por esa labor de rescate y puesta en valor de todas las tradiciones de un pueblo y que mejor que vistas desde el recuerdo de la infancia y adolescencia. Yo también usaba el tirachinas-tirapiedras, pero tú seguro tendrías mas puntería.”

 

El 27/9/2022 S. dijo:

“Cinco estrellas para el libro. ¡Me ha encantado! Me ha parecido una lectura muy fresca y me ha transmitido muchas sensaciones. Unas veces me ha hecho reír y al mismo tiempo he sentido cierta nostalgia... me han venido recuerdos de aquella época, ya que también tuve la suerte de disfrutar de mi infancia/adolescencia en el pueblo vecino, aunque también hacíamos nuestras incursiones en Villapún. Me encanta el episodio dedicado a  Enriquín, lo has tratado con mucho cariño y ternura. ¡Un libro precioso Rober!  Desde aquí te animo a una segunda parte.”

 

El 4/10/2022 V.G. dijo:

“Gracias por tu libro. Te escribo conmovido y con la sensibilidad a flor de piel tras leer Mis amigos y otros animales. Evocas en él algunos de mis mejores momentos de infancia y primera juventud, allí, en Villapún. No tuve la dicha de disfrutar tantos días como quienes salís en tu libro de aquel paraíso en el que, con muy poco, todo era posible, como en esos territorios del realismo mágico de la novela hispanoamericana. Las salidas al campo que pude disfrutar con Cigu son memorables. Un tío con una inteligencia natural enorme y un auténtico sioux en el campo: se mimetizaba de tal modo en él que estoy convencido que Cigu formaba parte del ecosistema. Creo que aquellas experiencias nos forjaron una forma de ser, un carácter especial de saber disfrutar con poco, de feliz austeridad y de amor infinito por la Naturaleza. Quizá aquel mundo que vivimos, ejemplo encomiable de lo que hoy llamamos sostenibilidad, se fue para siempre y, como dice el replicante de Blade Runner, desapareció como lágrimas en la lluvia.

Abrí el libro y cayeron ciento y pico páginas de una sentada. Me venía a la memoria el eco de nombres, de topónimos (La Cueza, Oncastellana...) y me vi en aquellos lugares, subido al trillo de Selmi y con las zapatillas con barro de haber estado cogiendo renacuajos en La Majada. Y recuerdo que no conocíamos las palabras "aburrimiento" o "pereza", pues siempre estábamos dispuestos a la aventura de lo que saliese. Gracias de nuevo, Roberto, por tu libro y por mantener memoria y vida de Villapún, nuestro paraíso.”

 

El 7/10/2022 C.B. dijo:

“El libro me ha gustado mucho. Y me ha encantado el sistema de ir por temas. He disfrutado mucho y aún lo disfruto. He vuelto al picoteo inicial. Aún lo tengo en la mesilla de noche. Lo volveré a leer con nuevos ojos. Muchas gracias. Es que lo he disfrutado de verdad.”

 

El 29/10/2022 R.S. dijo:

“Un libro desenvuelto y de ágil lectura, un homenaje a la infancia y a la tierra natal del autor. Cada día un descubrimiento, un encuentro afortunado, una nueva experiencia. Aventuras compartidas en todas las estaciones del año y una genuina comunión con la naturaleza. Disfruté mucho leyendo tus andanzas infantiles y juveniles por Villapún y alrededores. A mí, desde luego, me ha llegado al corazón, como era tu propósito. Me he visto reconocido en mis primeras salidas al campo y por esa España rural que cada vez lo es menos. Es un libro entrañable y divertido, con sus gotas de melancolía. No podía ser de otra manera tras el paso del tiempo. Te reitero mi enhorabuena y, aunque no lo contemples como objetivo, espero que vendas muchos ejemplares y que ya esté en marcha una segunda edición.”

 

El 16/11/2022 M.M.O. dijo:

“Me compré 'Mis amigos y otros animales' en Cervera de Pisuerga y estoy disfrutándolo mientras viajo por el norte de Castilla.Tu libro está bien escrito y tiene eso inasible que es el encanto. Enhorabuena por el libro.” 


El 30/11/2022 L.C.H. dijo:

Estoy leyéndole poco a poco y me parece muy ameno.”


El 19/12/2022 G.M. dijo:

Me ha parecido una cariñosa exploración de tu entorno afectivo, apreciando a humanos y al resto de seres vivos por igual. Es un texto entrañable, con la voluntad, como señalas, de seguir los pasos de Durrell. Como documento testimonial, posee un gran valor y marca un camino para los que vengan después.”


El 19/2/2023 A.B. dijo:

El libro es auténtico, genial, me encantó. Que recuerdos tan bonitos, tienes que escribir la segunda parte que seguramente hay muchas más aventuras. Gracias por habernos hecho un regalo que no tiene precio.”


El 26/3/2023 B.A. dijo:

“Su libro me ha encantado, emocionado y me ha hecho revivir tiempos pasados e inolvidables. Mi enhorabuena.”


El 24/5/2023 J.C.M. dijo:

“Acabo de leer tu libro, lo compré en la última feria del libro en Salamanca, donde resido. He disfrutado mucho con su lectura. Me ha durado dos días. La estructura es magnífica, pues comprende toda la vida del mundo rural. Lo del vocabulario es una aportación interesante. Yo también soy un simple aficionado a recoger vocablos en desuso, aunque referidos a la Montaña Palentina y , en concreto a mi pueblo, Camporredondo. Buena parte del vocabulario es conocida por mí. Felicitación por tu trabajo y recibe un saludo.”


El 9/6/2023 F.A. dijo:

“Un relato que es la suma de muchas experiencias. La llamada de la tierra y de la infancia. El deslumbramiento del territorio que envolvió la infancia del autor. Las vivencias con los amigos que lo acompañaron en esta etapa de la vida en la que se forjan los afectos y la amistad. La cercanía a una forma de vida en connivencia con el entorno. Con unos saberes tradicionales, que han pasado de padres a hijos y que ofrecen soluciones a casi todos los problemas cotidianos. Y, como no, el espacio en el que viven los animales y la vegetación que van descubriendo el autor y su pandilla de amigos en sus paseos.”


El 1/7/2023 F. dijo:

“Un libro muy entretenido. Yo, que no soy gran lector, lo devoré en un fin de semana. Te atrapará, aunque no te gusten mucho los “bichos” (espero que Roberto me perdone), porque es una vuelta a la infancia y a la adolescencia en todos estos pueblos pequeños (o no tanto), siempre en contacto con la Naturaleza, siempre con los amigos. Muchas vivencias que se cuentan en este libro le habrán ocurrido a cualquiera cuando era “chiguito”, da igual que viviese en Palencia, en Léon, en Valladolid o en Zamora. Es un libro muy descriptivo, pero nada aburrido, y raro será que el lector (o lectora) no se identifique con algunas de las situaciones que menciona Roberto. Los pequeños detalles como los dibujos, los códigos QR, la lista del vocabulario palentino o el índice onomástico con la relación de las personas que aparecen en el libro demuestran el cariño que el autor ha puesto en él, por eso su lectura es tan amena.”

El 1/7/2023 E.V.P. dijo:

Me ha parecido una historia tierna donde me he podido imaginar como sería vivir en un pueblo. Cuando vuelva a Villapún tengo claro que lo veré de otra manera y lo conoceré mucho mejor  gracias a las indicaciones que da Roberto en el libro. Me he podido meter en la historia y en los personajes, viviendo todas sus aventuras en el pueblo. Finalmente es una historia emotiva por todo lo que recuerda a lo largo de las páginas.”

El 25/7/2023 G. P. M. dijo:

“Hola Rober: voy a comentarte en unas pocas frases mi opinión sobre tu libro. Al fin, el libro me ha gustado muchísimo. Lo que escribes sobre tus amigos y otros animales está pero que muy bien. Pero déjame que te diga que para mi ha sido más lo que emociona. Fue para mi como un viaje por toda mi vida como español que no vive cerca de Villapún, pero nunca lo he perdido en mi corazón. Me recordó a mis abuelos, tíos, primos, amigos. Los viajes en coche, en nuestro primer Opel Ascona verde, que en el pueblo parecía de otro mundo. El tiempo que pude pasar con mis abuelos Eliseo y Piedad, la abuela Rosalía de Quintana. También todos los tíos y primos como a ti y tus padres, que siempre me quedaba sorprendido cuánta familia tengo. En fin, Rober, muchas gracias de todo corazón por haberme traído esas tan lindas memorias a mi mente. Nunca olvidaré esos tiempos a los que también pertenecen “mis amigos y otros animales”.


El 27/7/2023 M. J. F. C. dijo:

“Estimado Rober, aún no te había manifestado mis impresiones de tu "criatura". He disfrutado leyendo tus reflexiones, por varios motivos: eres un gran naturalista (no tenía ninguna duda antes), pero sabes transmitir tu pasión con una fuerza narrativa y descriptiva muy rica, tanto por conocimientos biológicos, culturales, sociológicos, etnográficos, humanos, etc. Leerte es una experiencia multisensorial. Me llama poderosamente la atención tu conciencia precoz de defensa del equilibrio de la naturaleza y sus gentes, tu avidez para observar y tus deseos infinitos de aprender. Me gusta cómo valoras y respetas la sabiduría popular y a las personas (algo tan denostado en nuestro tiempo), la individualidad que ofrece la diversidad, el patrimonio cultural de tu tierra, de su lengua... Tu compromiso creciente con todos estos valores. ¿Agenda 2030? No sé, pero seguro que un poco de trabajo de campo como el tuyo nos enseñaría a convivir con la construcción de un futuro sostenible y equilibrado. Ni que decir tiene que me he reencontrado con una infancia semejante: familia numerosa, calles y casas menos confortables que ahora, pero más humanas, horas de aprendizaje en el medio natural, juegos sin más límite que el respeto a nuestros adultos, una TV incipiente que servía para educar escasamente como fuente muy secundaria, lecturas, "chuches limitadas", por géneros en algún caso y por otros motivos, marcas y modelos de bicicletas y vehículos, compañeros de viaje y aventuras, pagos y ganados, la sencillez de vida y el respeto, etc. Eres un digno heredero de todo lo que quiso enseñarnos Félix Rodríguez de la Fuente y, segurísimo, un hijo predilecto de Villlapún. Por miles de motivos más: mil gracias”.

El 2/8/2023 P. S. F. dijo:

“Ya leí el libro. Me ha encantado y me he reído mucho con las peripecias de mi primo y demás, lo del abrigo de Jule, lo de la bicicleta de Dari, el escupitajo de Susana en la cabeza... Has definido muy bien a mi abuelo: rudo, serio y que llevaba atado en la cintura la cuerda de alpaca. De Enriquín, me ha emocionado mucho...”

 

El 4/8/2023 J. C. F. T. dijo:

“Un libro muy bonito y entretenido, en el que he podido recordar y revivir los mejores años de juventud. Escrito con mucho cariño. Darte las gracias por volvernos a juntar después de tantos años y hacer posible este reencuentro”.

 

El 26/8/2023 M. C. H. dijo:

“Hola Roberto, quiero agradecerte lo grato y ameno que me ha resultado la lectura de tu libro "Mis amigos y otros animales".

Me identifico contigo, pues yo también soy de pueblo, aunque veinte años mayor que tú, viví en él hasta los veintitrés. Tú dices te fuiste a Valladolid siendo un niño, hago hincapié en este periodo trascendente, pues fue cuando la agricultura se mecanizó, rompiendo muchos hábitats donde las aves han disminuido intensamente, sobre todo las esteparias  y cerealistas: alondras, calandrias, sisones, avutardas, gangas, ortegas y alcaravanes; estos se han dejado de oír su canto en el crepúsculo, que yo siempre dije que decían “a dormir, a dormir, a dormir”. Tu hacías otra interpretación de su canto.

Los grupos de “chiguitos", como les denominas, estaba el que gateaba para subir a los árboles, el que olía ese olor que desprenden las aves, el que se tomaba los huevos de “marica” (urraca) sin tener ningún escrúpulo, sin estar empollados.

Soy de Torrecilla de la Abadesa, el Duero deja su margen derecha en lo que hoy es el parque "Riberas de Castronuño". En los años sesenta había colonias de garzas, grajillas, rabilargos y somormujos y era una gozada hacerles seguimientos; en este aspecto el grupo no me acompañaban, me ocurría como a ti que eran mas bien depredadores, por lo cual no me interesaban en ese aspecto.

Me hubiera gustado ser ornitólogo o estudiar biología, como tú, pero por aquellos años terminabas primaria y a buscarte un trabajo, pues había que aportar ingresos a la familia.

El libro ha sido para mí como un impulso, por algo que me has recordado lo que fue mi infancia, parecida a la tuya, con veinte años de anticipación, que se nota. Y reconocer que hemos avanzado mucho en unos aspectos, pero en cuanto a la protección de la naturaleza, creo haber retrocedido un montón; y me siento defraudado.

Villapún no sabía de su asistencia, creí que era un pueblo que te habías inventado para el desarrollo del libro, que viene que ni pintado.

Algo sí me llama la atención, que eras el hijo de la maestra del pueblo y tendrías tus ventajas... 

Un saludo entrañable, de otro que, como tú, es de pueblo”.


El 28/3/2024 A. G. Z. dijo:

“Acabo de terminar tu libro y me he emocionado con el final. Qué bonito homenaje, te felicito porque has sido capaz de escribir tus recuerdos para que queden siempre en tu memoria y en la de todos los que crecieron por allí junto a ti. Me ha parecido sinceramente que está muy bien escrito y ahora te conozco un poquito más y entiendo el gran amor por Villapún que siempre nos transmites”.


El 6/5/2024 R. M. dijo:

El canto del pepús es una obra rica en enseñanzas y belleza, un tributo a la vida rural. Su enfoque en los detalles pequeños y en las grandes verdades hacen de esta obra un placer para cualquier amante de la literatura naturalista y autobiográfica”.


El 17/5/2024 S. P. dijo:

Ha sido un placer leer su obra, de verdad, me ha gustado mucho. Además, muy bien escrito”.


El 5/8/2024 M. J. F. dijo:

He disfrutado mucho leyendo tu Pepús. Eres un grandísimo narrador, en mi cerebro resuenas tal cual lo hacía con Félix. Naturalista apasionado, ojos ávidos, observadores y aprendices. Memoria prodigiosa (y envidiable) para guardar todos los tesoros atávicos, ancestrales, familiares y culturales”.


El 20/8/2024 A. F. dijo:

“Es raro encontrar una descripción, más allá del puro relato, que fusione fragmentos de diferentes materias en un mismo texto; que reconstruya un territorio, con todo lo que hoy contiene y en el pasado albergó. La variedad temática, junto a un estilo natural, sin pretensiones de alta literatura, contribuyen a que todo lector tenga interés al menos en alguna parte de cada capítulo, y estimulan la curiosidad de quienes no han conocido nada de ese mundo que se describe, e incluso reavivan la memoria de aquellos que lo olvidaron.

El autor nos sorprende con su estilo, demostrando que no es tan difícil contar si se hace de forma desinhibida y sincera, sin máscaras y con palabras sencillas como las que se usaban en el acontecer de lo narrado; que es fácil si se tiene el deseo y la necesidad de compartir saberes. Construye una obra no exenta de cierta osadía y originalidad. No necesita indagar ni buscar referencias de lo que otros han escrito sobre esas cuestiones. Simplemente regresa al origen en busca de materiales; al terruño real del que nunca se desligó, no a uno imaginado.

La sensibilidad del autor ha sido conformada principalmente por el paisaje natal y los seres que lo habitan. Son ellos quienes, en una especie de gorjeo, conforman el coro que narra y llena las páginas del libro, en el que nada ni nadie es protagonista de manera individual. Es la interacción de cada actor con los otros, y especialmente con la Naturaleza, quien conforma el núcleo del proceso narrativo. Entre los gorjeos de “Mis amigos y otros animales” y “El canto del pepús” los páramos seguirán henchidos de vida”.


El 4/9/2024 M. N. dijo:

El libro me volvió a llevar a los lugares de mi infancia, a aquellos veranos tumbados en el Guarrate viendo pasar las nubes, quizás lo he leído con más tristeza, pues este año se ha ido un miembro de nuestra pandilla y te das cuenta de que nos estamos haciendo mayores. Todo cambia y quizás aquellos años no teníamos los miedos ni las preocupaciones que tenemos ahora. Dar las gracias a aquellos que se quedaron en el pueblo, que lo cuidan y que hacen que todas aquellas vivencias no se pierdan. Ojalá que algún día nos podamos juntar todos aquellos que nos juntábamos y nos reíamos con cosas muy simples y sin ningún tipo de malicia”.


El 23/9/2024 J. L. G. dijo:

“Ha sido un verdadero placer verte y escucharte hablar con tanta pasión y detalle sobre esos relatos tan personales que conectan tu niñez y pubertad con el entorno natural de Villapún. La manera en que narras tus aventuras y anécdotas relacionadas con la ornitología, demás fauna y flora de esa zona es cautivadora y, sin duda, un tributo al valor del medio ambiente. ¡Estoy seguro que esta obra estará recibiendo el reconocimiento que merece y espero que sigas compartiendo tu visión tan única del mundo!”


lunes, 14 de octubre de 2024

Las presas de Villapún (y V)

Las PRESAS DE LO BAJO se ubican en el pago de La Varga y se han restaurado recientemente, junto con la Fuente del Lugar,  por lo que se encuentran en muy buen estado.

viernes, 11 de octubre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XXIII)

En Villapún se designa con el nombre de CHOPA a los sauces (principalmente Salix alba, S.atrocinera y S. fragilis) cuando son desmochados, por lo que adquieren porte arbóreo con una copa prominente sobre un tronco grueso y a menudo hueco. Se podan en invierno cada tres o cuatro años y las ramas crecen muy rápidamente de nuevo. De ellos se aprovecha el mimbre en cestería, se obtiene leña para quemar y los “chiguitos” usaban las ramas de las chopas para hacer arcos, se obtenían buenas “horcajas” para los “tirapiedras” y se elaboraban los “chiflitos”. Estos últimos son una especie de silbatos elaborados con una rama verde de mediano diámetro, existiendo una cantinela para tal menester:
“Suda, suda, la cabra cornuda,
si no quieres sudar
te echaremos al corral, 
con un saco de costal, 
tal, tal, tal, tal..."
Se entona al tiempo que se golpea con el mango de una navaja la corteza tierna. Si no sudaba se repetía el canto. En la corteza de la chopa se hacen unas marcas para luego retirarla y acceder a la madera, donde hay que cortar unas muescas para permitir el paso del aire al “chiflar”. 

miércoles, 9 de octubre de 2024

Las presas de Villapún (IV)

Las PRESAS DEL VALLE se encuentra al lado de la Terrerona. El nombre que indicamos es supuesto, ya que no hemos encontrado ningún nombre específico para estas presas, pero seguramente lo tenía para diferenciarlas de las de Las Esterreras, que también están en El Valle. Se conservan aún en un estado aceptable.

lunes, 7 de octubre de 2024

Las presas de Villapún (III)

Las PRESAS DE LA ONTANA estuvieron en el pago homónimo, cerca de La Majada, al lado de donde también estuvo situada la fragua del pueblo. Hubo una fuente y dos presas, una de jabón y otra de aclarar, haciéndose después una tercera, también de jabón. Al igual que la fragua, desaparecieron a principios de los años ochenta del siglo XX.

viernes, 4 de octubre de 2024

miércoles, 2 de octubre de 2024

Las presas de Villapún (II)

Las PRESAS DE LAS ESTERRERAS estuvieron en el pago homónimo, cerca de la laguna, y de donde se extraía la arcilla para hacer adobes. Ya no existen estas presas, conservándose únicamente la fuente que las acompañaba.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Las presas de Villapún (I)

Iniciamos aquí una corta serie dedicada a las presas en las que se lavaba la ropa en Villapún y otros pueblos cuando aún no había agua corriente en las casas, hasta principios de los años ochenta del siglo pasado. 
Se trata de excavaciones de superficie rectangular, de unos tres metros de largo y algo más de un metro de ancho, delimitadas por cuatro maderos, y de una profundidad aproximada de metro y medio. Se construían en zonas donde abunda el agua, por lo que solían estar acompañadas de una fuente y en ocasiones de una laguna. En estos lugares se ubicaban dos presas, una para lavar (con agua jabonosa) y otra para aclarar la ropa, de agua más limpia.
Comenzamos con las PRESAS DE ELEGIDRO, ubicadas en el pago homónimo, de las que de pequeños nos decían a los niños que en ellas se lavaba la ropa de los muertos, por lo que procurabamos no acercarnos mucho por allí. En este caso, se  conservan en muy malas condiciones, aunque sí se ha recuperado la fuente aledaña.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XXI)

Bajo la denominación de CÉSPED se incluyen plantas herbáceas de diferentes familias (gramíneas, leguminosas y plantagináceas principalmente) que se utilizaban tradicionalmente en forma de mazacote arrancado con la raíz y tierra para tapiar y para hacer cama a las tejas o bien para tapar hondonadas en el terreno (por ejemplo en las eras o en jardines).

lunes, 23 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (y XXIII)

La FUENTE DEL SAPO está pegada a la carretera de Villota en la bajada hacia Santa Olaja y justo al lado de donde se ubicó el caserío principal del pueblo de Villarrilda. El nombre haría referencia a la presencia de algún batracio en sus aguas.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XX)

Se conoce como CEBO a la uña de gato (Sedum album), planta suculenta que nace en los tejados y muros de tierra, y con el que han jugado mucho los chavales. 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Entrevista en La 8 Palencia con el autor de "El canto del pepús. Nuevas andanzas de un naturalista de pueblo"

 https://youtu.be/71KoEyClFBM?feature=shared

Fuentes de Villapún (XXII)

La FUENTE DE CAÑIJUELAS o DE LA SALUD se encuentra al lado de la pista hacia Santervás, justo enfrente del camino de entrada a la Roza por Cañijuelas. De ahí el nombre que se le da en Villapún a esta fuente y que hace referencia a unas plantas muy abundantes por esta zona, los faroles o cañijuelas (Thapsia villosa). Los vecinos de Santervás la llaman la “Fuente de la Salud”, al atribuir a sus aguas propiedades beneficiosas, motivo por el cual aún hoy en día no es raro ver alguna persona cargar con botellas de agua para uso propio.

lunes, 16 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (XXI)

La FUENTE DE LAS PRESAS DEL VALLE se encuentra al lado de La Terrerona y es la segunda fuente que se encuentra en la zona del Valle, siendo la otra la de Las Esterreras. El nombre que indicamos es supuesto, ya que no hemos encontrado ningún nombre específico para esta fuente, pero seguramente lo tenía para diferenciarla de la anterior.

viernes, 13 de septiembre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XIX)

Con el nombre de CARDO se conocen diversas especies, entre ellas la Centaurea calcitrapa, planta de flor rosada y pinchante, considerada como mala hierba, aunque también se ha utilizado como ornamental. También el cardo corredor (Eryngium campestre) que es un buen combustible; entre sus tallos suelen crecer las setas de cardo (Pleurotus eryngii), muy apreciadas como comestibles.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (XX)

LA FUENTE DE PANTALEÓN o DE RIOYO se encuentra en el extremo septentrional de los terrenos de Villapún al lado de la raya de Villota. Pantaleón es nombre propio de persona. En el pasado existió muy cerca la que llamaban “caseta de Pantaleón”, debiendo de haber sido algún vecino propietario de la misma o vecino de alguno de los pueblos cercanos. Por su parte, el topónimo Rioyo y otros similares, como “rehoyo”, “regoyo” o “rihoyo”, derivarían del latín refogio o refogium con el significado de refugio u hondonada. Señalaría pues una fuente ubicada en una depresión del terreno.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (XIX)

La FUENTE DE ONZARZA se úbica en el pago homónimo, cuyo significado sería la “fuente de la zarza”, por el tipo de arbustos propios del pastizal cercano.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Nombres y usos tradicionales de las plantas en Villapún (XXVIII)

CARDINCHO es un nombre que no aparece en los diccionarios habituales, pero sí en los de vernáculos de plantas. Se trata del fruto pegadizo, por las numerosas brácteas ganchudas que favorecen la dispersión zoócora, de la planta Arctium lappa. Con los “cardinchos” los “chiguitos” hacíamos auténticas batallas para pegar en la ropa (y en el pelo si era menester). También se solían hacer cestillas o pequeñas figuritas uniendo unos con otros. Antaño, cuando el cemento escaseaba, se usaron los "cardinchos" para tapar los agujeros de los ratones en las paneras.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (XVIII)

LA FUENTE DE ONTABLADA no está citada en la recopilación de topónimos de Gordaliza y Canal, apareciendo en el mapa general como “La Ontablada”. Una vez más el prefijo “on-“ deriva de fon-, revelando la existencia de una fuente en dicho lugar. Según el DRAE “tablada” hace referencia a cada uno de los espacios en que se divide una huerta para su riego.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Fuentes de Villapún (XVII)

FUENTE DE ONCASTELLANA, cuyo significado es "fuente castellana", derivando “on“ de fon, lo cual alude a la presencia de una laguna y un manantial del que se ha abastecido de agua el pueblo hasta finales del siglo XX.

viernes, 30 de agosto de 2024

Reseña de "Mis amigos y otros animales" y "El canto del pepús"

Amador Fernández Heras, ilustre paisano de Santervás, me regala (y quiere compartir con todos nosotros) una sentida y muy meditada reseña de lo que la lectura de los libros “Mis amigos y otros animales” y “El canto del pepús” han significado para él. No puedo más que estar profundamente emocionado y agradecido por sus palabras. Mensajes como éste son los que realmente justifican y compensan el trabajo de un escritor, mucho más allá de las ventas o los réditos económicos, que nunca me han interesado, si acaso únicamente como imperfectos indicadores de la difusión del mensaje que uno quiere transmitir a vecinos y lectores a quienes van dirigidas estas dos obras.


DE AULLIDOS, GORJEOS Y CANTOS DE PEPÚS 

Es verdad que todo libro ejerce cierta influencia en la mente y el comportamiento del lector, pero no tanto como para que te atrape entre sus páginas y no te deje salir si no es pagando algún tipo de tributo. Es algo infrecuente, muy raro, pero alguna vez sucede. Así me ocurre cuando entro en este libro, una y otra vez. Siempre salgo con una carga de información y sensaciones que piden ser transmitidas, y el impulso de entrar de nuevo en busca de no sé qué respuestas, para descubrir, escudriñando con mirada renovada, datos, experiencias y emociones antes apenas percibidas. 

Este libro en el que he andado perdido no es otro que “Mis amigos y otros animales”, el cual siempre me resultó escaso a pesar de su extensión. Ahora que se ha publicado lo que se puede considerar su continuación, “El canto del pepús”, que no su conclusión, pues está urdido con una trama de materiales diversos e inagotables, me veo en la necesidad de mostrar mis impresiones. 

Lo que me propongo escribir está cargado de subjetividad. No va a ser la opinión imparcial que a todo autor le gustaría que se hiciera de su obra. Es así porque lo hago desde la emoción que me provoca sentir, mientras leo, los olores del bosque, los sonidos del páramo, los sabores silvestres que brotan de la tierra, visualizar paisajes de la infancia, reencontrarme con  palabras del pasado y con historias que acarician la memoria. No, no va a ser una reseña al uso. Ni siquiera una reseña. O sí. Pero sin más orden ni acierto del que resulta del volcado instantáneo de algunas de las impresiones que ha ido extrayendo un lector nada neutral.

Enfrascado en el placer de la lectura, sin darte cuenta estás en el final del último capítulo. ¿Y… ahora qué? Volver a releer las partes más sugestivas, las notas a pié de página. Esas precisas descripciones que te has saltado para no interrumpir la emoción de los relatos, que podrían conformar por sí solas diversos tratados sobre animales y plantas, sobre los paisanos, su modo de vida y su historia, los lugares del paisaje, el lenguaje local… Pero para una información exhaustiva y detallada está la página web del autor, www.villapún.es, donde se pueden encontrar todos los materiales que han sido recogidos en un arduo  y dilatado trabajo  de investigación.

Libros sobre la infancia en los lugares de origen hay muchos.

Pero es raro encontrar una descripción, más allá del puro relato, que fusione fragmentos de diferentes materias en un mismo texto; que reconstruya un territorio, con todo lo que hoy contiene y en el pasado albergó, a partir de un sustrato compuesto de vivencias y sentimientos de un tiempo de infancia y adolescencia, unido a la experiencia y el conocimiento científico del naturalista adulto. Con “Mis amigos y otros animales” ocurre lo contrario de aquello de que “todos los escritores se pasan la vida contando la misma historia de formas diferentes”. En este libro toda esa diversidad de materias se inserta entre acontecimientos y aventuras de la cuadrilla de amigos, y  en espacios que, en cada narración, coinciden con el hábitat de la especie animal o vegetal objeto de estudio. La variedad temática, junto a un estilo natural, sin pretensiones de alta literatura, contribuyen a que todo lector tenga interés al menos en alguna parte de cada capítulo, y estimulan la curiosidad de quienes no han conocido nada de ese mundo que se describe, e incluso reavivan la memoria de aquellos que lo olvidaron. Resulta fascinante transitar, en apenas cinco líneas, de la descripción del espacio donde evacuaban sus vejigas los escolares al estudio de la dieta de las lechuzas: “… en cuyo fondo oscuro era donde acudíamos para comulgar con la naturaleza, por lo que allí se acumulaban los restos orgánicos, muchos de ellos fosilizados, depositados por sucesivas generaciones de niños. Mucho tiempo después, cuando llegó la modernidad de los inodoros a las casas y la escuela ya había cerrado, en ese mismo lugar buscaba las egagrópilas de las lechuzas que criaban en los recovecos de la torre y analizando su contenido trataba de estudiar su dieta” (p. 342).

Ya desde las primeras páginas, donde el autor deja claro que Durrell y Delibes son sus referentes y a los que “ni por asomo” desea emular ni compararse con ellos (p. 17-18), y más allá de ese vínculo y el homenaje que les rinde, Roberto Rodríguez Martínez muestra sus particulares cualidades. Por un lado nos sorprende con su estilo, demostrando que no es tan difícil contar si se hace de forma desinhibida y sincera, sin máscaras y con palabras sencillas como las que se usaban en el acontecer de lo narrado; que es fácil si se tiene el deseo y la necesidad de compartir saberes. Algo, esto último, que siempre estuvo muy arraigado en el mundo rural y su economía colaborativa de subsistencia. Nada parecido a la actual ilusoria idea de la autosuficiencia individualista.


Otra peculiaridad que reseñar es la perspectiva desde la que se ejecuta la narración. Un enfoque raro de encontrar en el conjunto de textos que tratan del mundo rural. El autor construye una obra no exenta de cierta osadía y originalidad. No necesita indagar ni buscar referencias de lo que otros han escrito sobre esas cuestiones. Simplemente regresa al origen en busca de materiales; al terruño real del que nunca se desligó, no a uno imaginado. Y esa estrecha relación con las raíces y el posterior conocimiento de investigador le proporcionan la posibilidad de penetrar la superficie, en la que otros se quedan, y aproximarse a la realidad. Cuenta historias vividas en primera persona con el mismo sentimiento que hubo de tener cuando ocurrieron los hechos relatados. Con la candidez de una infancia intensamente motivada y curiosa que permanece fresca en la memoria. Con la franqueza y desparpajo propios de una cuadrilla de adolescentes que comparten las experiencias y emociones que van sintiendo en los sucesivos encuentros con los seres que pueblan el territorio. Un territorio, a menudo considerado anodino y vacío, si no extinguido (“aquí no hay nada”), que van descubriendo, henchidos de una Naturaleza que muestra la realidad de la vida: así el esplendor y la belleza como la cruel lucha por la supervivencia; una Naturaleza que, en su quehacer lento, siempre se está repoblando, indiferente al precipitado obrar de los humanos, quienes sí acaban creando desiertos, tanto reales como mentales, en el baldío de la modernidad y el falso progreso.

Si Félix Rodríguez de la Fuente, con sus documentales, fue determinante en la elección de estudiar Ciencias Biológicas, no es menos cierto que la sensibilidad del autor ha sido conformada principalmente por el paisaje natal y los seres que lo habitan. Son ellos quienes, en una especie de gorjeo, conforman el coro que narra y llena las páginas del libro, en el que nada ni nadie es protagonista de manera individual. Es la interacción de cada actor con los otros, y especialmente con la Naturaleza, quien conforma el núcleo del proceso narrativo. 

El sentimiento de pertenecer a una común y frágil trama de la vida es algo con lo que todos llegamos a la existencia, pero que unos refuerzan, descubriéndose ecodependientes, y otros olvidan, enfrentándose incluso a ese mundo natural al que pertenecen. Cuándo y porqué esto ocurre, son preguntas que Roberto se hace y, en algunos casos, trata de responder: “… en qué momento de nuestras vidas muchos de mis congéneres pierden esa curiosidad y fascinación que todo niño muestra por los fenómenos naturales y, más en concreto, esa atracción hacia los animales. En qué momento comienza la indiferencia, y en no pocos casos el odio y la crueldad, hacia esos compañeros de viaje que tanto apreciamos en nuestra más tierna infancia” (p. 31). Estar en el bando de la fascinación o en el de la indiferencia, es algo que ciertos hechos deslindan con precisión: “… y dispara un certero tiro que impacta en el lomo del animal, penetrando en su cuerpo justo por encima de la cola. No es un tiro mortal pero el animal siente un dolor y un intenso calor interior que le obligan a anear con mayor intensidad […] las fuerzas le flaquean, su respiración es cada vez más entrecortada, ya que su pulmón derecho fue atravesado por el fatídico proyectil, y siente sed, una tremenda sed […] ahora la prioridad es encontrar algo que beber […] Pero ya es demasiado tarde, las fuerzas no dan más de sí y el animal cae derrotado a escasos metros del ansiado agua, muy cerca de la fuente de Cañijuelas” (p.36).

A mí, que sí he sentido un estremecimiento indescriptible ante la presencia de un lobo (bien puede que fuera un antepasado del abatido, pues venía del mismo paraje), más inexplicable y sorprendente me resulta el hecho de que alguien que no ha presenciado los acontecimientos tenga la capacidad de ponerse en la piel de un ser sintiente y describir de manera tan detallada su agonía. Es algo que va más allá de la pura compasión. Es como si desde  las cuencas vacías de ese cráneo que Roberto conserva, la mirada doliente del lobo transmitiera a quien sabe mirar lo que sintió hasta el último aliento. Un encuentro de miradas en que el humano se reconoce en la mirada del otro. Una mirada que al mismo tiempo redime de la inconsciencia y de ese sentimiento incómodo causado por las propias acciones antinaturales e irracionales: “Entré en el huerto y comencé a inspeccionar los árboles, cuando desde un alto chopo un reiterativo canto llamó mi atención, haciéndome levantar la vista para descubrir al autor del mismo, un precioso macho de escribano cerillo. […] sin mucha convicción, levanté la horcaja, apunté hacia el escribano y solté la piedra que voló directa y, para mi sorpresa, impactó en pleno pecho del pajarillo, que cayó redondo al pié del árbol. Me quedé perplejo, sin saber qué hacer y un poco asustado por lo ocurrido. Primero miré para todos lados, temiendo que alguien me hubiera visto, y después me acerqué al lugar donde había caído el pájaro, observando su cuerpo inane que apenas unos segundos antes cantaba a la vida su felicidad. Lo sujeté en mi mano, el cuerpo aún caliente, deseando que siguiese vivo, pero era demasiado tarde y mi vergüenza y sentimiento de culpa me corroían las entrañas” (p. 89).

Esa mirada acertada sobre el territorio le aporta una cosmovisión clara sobre su transformación y el uso que se hace de la tierra, y le autoriza a realizar una crítica suave, casi amable, acerca del modelo de desarrollo cortoplacista: “… pinares que fueron plantados en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado con discutibles intenciones medioambientales […], ocultando el verdadero interés económico de la producción maderera […] Así, los monótonos pinares sustituyeron a robledales maduros y pastizales mucho más ricos desde el punto de vista ambiental, lo que supuso un empobrecimiento de la biodiversidad y procesos ecológicos básicos” (p.34).  También le dota de una fuerza especial para soportar la inconsciencia y ceguera de algunos paisanos, ajenos a lo que realmente acontece en su territorio y a todas  posibilidades que éste contiene; y no desalentarse ni sucumbir a la tentación de callar las verdades y dejar de compartir los conocimientos acerca de la interacción entre diversos elementos de la Naturaleza (caso de los vencejos y los insectos):  “… algunos de ellos [labradores] ya no están pendientes de las alturas, más atentos ahora a recibir las subvenciones de turno o confiados en la alta rentabilidad productiva que aseguran las pestes químicas que se añaden a nuestros campos. Y es que la calidad de vida no debería medirse sólo por los avances tecnológicos o el producto interior bruto. ¿Realmente es ese el mundo que queremos para nuestros hijos? ¿Un mundo sin pájaros, de alimentos sintéticos y de paisajes muertos y uniformes?” (p. 32).

En esa narración íntima, sencilla pero efectiva, no aparece nada especialmente heroico. Aunque sí hay algo que sobrevuela de manera destacable la mayoría de los relatos. Es el pueblo, Villapún con su territorio. El territorio entendido no sólo como espacio, sino también como algo histórico y cultural. El pueblo en cuanto comunidad de seres humanos corrientes, sí, pero también capaces de “llevar a cabo hazañas heroicas de manera cotidiana y prosaica”. Desde la cuadrilla de amigos a individuos concretos, que con su sabiduría y buen obrar contribuyen a formar carácter y futuros seres naturales y sociales. El abuelo (“Abuelito”) que, con esa heroicidad callada y sostenida día a día, de alguna manera habrá influido para que el nieto acabe escribiendo. Y es que de esa concatenación de causas y efectos de la historia, de la que es imposible escapar y, como si de la restitución de una deuda se tratara, territorio y comunidad demandan que alguien les convoque. El lobo moribundo, el escribano abatido por un niño, los vencejos y los mosquitos, la tierra degradada, la cuadrilla de amigos, el abuelo y los paisanos, son espacios y seres (“gente fuerte e importante” diría Dersú Usalá), elementos fuertes de la Naturaleza que reclaman para sí a personas como Roberto para que cuenten la epopeya de su acontecer. 

Roberto pertenece a la última generación capaz de ligar el pasado del mundo rural con el presente; última con algo de  memoria genuina. Cualidades que utiliza para embarcarnos en un viaje, en estos tiempos de incertidumbres y referencias perdidas, a un pasado donde nos sentíamos más seguros y felices. Y lo hace a través de un libro (libros) poderoso, por útil y estimulante. Un libro para quedarse, sino  a vivir en él, sí al menos a perderse entre sus páginas, recogiendo migajas de la abundante sabiduría que en ellas se va desgranando, y reflexionar sobre la necesidad de modificar nuestro modo actual de entender la relación con la naturaleza. Necesidad de recuperar la cosmovisión que nuestros antepasados tenían del territorio: la ineludible dependencia con el medio natural y las relaciones interpersonales. “Recomponer lazos rotos con la tierra y entre las personas” (Yayo Herrero). En mi caso, conmigo mismo. Reconciliarme con el niño que fui, además de afrontar una necesaria revisión de la manera en que me he relacionado con el mundo natural. Quién iba a pensar que sesenta años después de depredar aquel nido de gavilán leería en las páginas de un libro una historia sobre un ejemplar descendiente de aquella familia de rapaces que durante sucesivas generaciones ha seguido procreando en aquel mismo nido.

En aquella infancia rural, a la intemperie, se desarrolló una forma de vivir plena, auténtica y natural. Se pude decir que salvaje. Y ahora me doy cuenta de que lo que andaba buscando en este libro era a mí mismo, al niño aquel, mi auténtico ser. Buscaba llegar a la convicción de no haberle traicionado con el paso del tiempo.

Pero, aparte de colmar esa satisfacción a quienes seguimos sintiendo una especial fascinación por aquel mundo natural, parece oportuno preguntarse por qué y para quién escribir de esto cuando parece que el acontecer presente va en dirección contraria, sin esperanza de un retorno digno a las raíces. A estas preguntas se puede responder que va dirigido, precisamente, para quienes han sido desarraigados y privados de toda relación y capacidad de reconocimiento con su paisaje, aturdidos entre el ruido y el relumbrón de un presente sin futuro y sin referentes del pasado. Quizá por eso. Porque hace falta redescubrir, recuperar nichos, grietas donde refugiarse de la barbarie que supone la mercantilización de todos los aspecto de la vida; esa barbarie que rompe los vínculos entre las personas y la Naturaleza, entre el pasado y el presente. Porque será necesario reconstruir lugares de esperanza, donde sea posible un mínimo de autonomía. Para eso es necesario que se escriban libros que, aparte de proporcionar el placer de leer, dejen semillas de saberes en las conciencias y referencias hacia unas formas de relación con lo vivo ya olvidadas; conocimientos que den fuerza y luz para encontrar esos espacios de libertad y soberanía. 

Entre los gorjeos de “Mis amigos y otros animales” y “El canto del pepús” los páramos seguirán henchidos de vida. Y seguirá existiendo la posibilidad de que alguien tenga la dicha de estremecerse ante un aullido lejano, o contemplar extasiado la silueta de un lobo recortada contra el crepúsculo malva, mientras escucha en la proximidad el canto de un escribano cerillo que nunca fue abatido. Y aunque solamente sea capaz de imaginarlo…

Amador Fernández Heras