"Crónicas de un pueblo palentino"

"Crónicas de un pueblo palentino" es una sección de la web www.villapún.es en la que se publican relatos verídicos o de ficción que tengan relación con el pueblo de Villapún o la cultura rural en general. Si quieres participar escribe tus historias y vivencias, tu relación con el pueblo, acontecimientos del pasado, cuentos del abuelo, aventuras de la infancia..., en fin, lo que quieras y envíalo a: villapun@gmail.com


sábado, 18 de septiembre de 2021

Fauna y flora en La Majada

A veces no es necesario irse muy lejos para encontrarnos espacios verdes con una variada representación de seres vivos, que no solemos valorar por tratarse de especies comunes a las que habitualmente no se presta demasiada atención. Es el caso de La Majada, a las afueras de Villapún, cuyo propio nombre alude a un lugar donde se recoge el ganado por la noche o al estiércol de los propios animales, aunque también puede hacer referencia a un prado o braña, que en nuestro caso se justificaría por la presencia cercana de La Era donde pastaban los ganados. Otra interpretación relacionaría este nombre con el lugar donde se majaba o machacaban las mieses, derivando entonces del latín medieval "majo", que significa mazo; igualmente en este caso la cercana presencia de las eras del pueblo podría también dar sentido a esta última interpretación. Sea como fuere, La Majada en Villapún constituye una pequeña charca que ha venido siendo utilizada como abrevadero de ganado hasta finales del pasado siglo. Fue en octubre de 2010 cuando las obras de ampliación de la calle al lado de la lámina de agua, incluyendo el añadido de aceras, hicieron perder un buen trozo de la misma y unos años después el vaciado completo de la cubeta para proceder a la limpieza conformó la actual estructura de La Majada. Desde entonces, se ha ido recuperando la vegetación natural y parte de la fauna característica de este lugar.

Comenzando por las especies de plantas, por su abundancia destacan los “husos”, “puros” o “pelusas”, nombre local de la espadaña o anea (Typha latifolia), especie más propia de La Vega, pero que desde finales del siglo XX puebla también la laguna de Las Esterreras y la de La Majada. Sus hojas se han utilizado tradicionalmente para hacer cestas y los tallos secos de la inflorescencia como varas de cohetes o para fabricar flechas para los arcos que se hacían los chiguitos con ramas de “chopas”.

Entre las plantas más vistosas de la zona destacan también la adelfilla pelosa (Epilobium hirsutum), de flores rosadas, y el alismallantén acuático (Alisma plantago-aquatica), de pequeñas flores azuladas, que no tiene nada que ver, más que en el nombre, con el llantén menor (Plantago lanceolata), planta herbácea que también abunda en las inmediaciones, así como la muy común zanahoria silvestre (Daucus carota) y los “acerones” (Rumex crispus). 





Y entre las herbáceas también hay bastante trébol blanco (Trifolium repens), del cual, con un poco de paciencia, no es muy difícil hallar algún ejemplar de cuatro hojas. Igualmente hay una buena mancha de hierbabuena (Mentha longifolia), cuyos efluvios ponen un aroma muy agradable en el ambiente. 

Peor fama tienen las ortigas blancas (Urtica dioica), que en esta zona a veces se segaban para cocerlas y dar de comer a los cerdos, y las diferentes especies de cardos que abundan en las inmediaciones, como el cardo estrellado (Centaurea calcitrapa), la tagarnina o cardillo (Scolymus hispanicus), el cardo borriquero (Cirsium vulgare) y la raspasayas (Helminthotheca echioides). 

También espinosas son las inflorescencias del “candelabro” o cardo cardador (Dipsacus fullonum), cuyo nombre vulgar deja claro su uso tradicional, además de haberse usado para adornar jarrones por su belleza. Los frutos de la bardana (Arctium lappa) reciben el nombre de “cardinchos”, cuyas brácteas  ganchudas hacen que se peguen muy bien a los tejidos, por lo que de chiguitos jugábamos mucho a tirárnoslos a la ropa e incluso al pelo; también se podían hacer bolas o figuras uniendo unos con otros y antaño se usaban para tapar agujeros en las paneras cuando escaseaba el cemento.

La “hierba de la culebra” o gordolobo (Verbascum pulverulentum) se usaba tradicionalmente para la pesca ilegal envenenando o “enverbascando” el agua y también para hacer mechas de candiles. El diente de león (Taraxacum officinale) se conoce en Villapún con el curioso nombre de “hierba de mear la cama”, por la advertencia que se hacía a los niños pequeños de que al cortar sus flores se orinarían en la cama por la noche, creencia popular que tiene su origen en las propiedades diuréticas de esta planta. “Amargazos” es el nombre local para la hierba de Santiago  (Senecio jacobea), cuyas flores amarillas resultan tóxicas para el ganado, lo que justifica su denominación popular. También venenosos resultan los frutos de las “uvas de perro” o dulcamara (Solanum dulcamara). Los juncos (Juncus inflexus) son plantas típicas de humedales, con las cuales antiguamente se tejían cestillas y los chiguitos jugaban a hacer “gatos” que se entrelazaban unos con otros para ver quien ganaba al romper el del contrario. Sobre la superficie de La Majada abundan las lentejas de agua (Lemna minor) que pueden llegar a cubrir casi toda la lámina de agua.


Finalmente, decir que en las inmediaciones se plantaron hace unos años algunos ejemplares de pino (Pinus sp.) y entre las espadañas están creciendo dos de sauce (Salix sp.)

Por lo que se refiere a la fauna presente en La Majada y sus inmediaciones, nos centraremos únicamente en las especies de vertebrados más habituales. En cuanto a los anfibios anuros destaca la rana común (Pelophylax perezi), con presencia también de alguna ranita de San Antón (Hyla arborea). También está presente el sapo común (Bufo spinosus) y en menor medida el sapo corredor (Epidalea calamita).


Dentro de los urodelos (anfibios con cola) en La Majada están presentes los que en Villapún se conocen como “vicaruelas”, el frecuente tritón jaspeado (Triturus marmoratus) y el más raro gallipato (Pleurodeles waltl), especie que posee un curioso sistema defensivo, al disponer de una hilera de ocelos rojizos a ambos lados del cuerpo por donde pueden sobresalir los extremos de las costillas. Entre los reptiles, podemos encontrar en La Majada la culebra de agua (Natrix maura), aunque en las inmediaciones a veces se ve también la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus). 

Por lo que se refiere a los mamíferos, podemos encontrar cerca algún topillo (Microtus arvalis). Y en cuanto a las aves, ya hace unos cuantos años que es habitual la presencia de gallinetas o pollas de agua (Gallinula chloropus), que crían regularmente entre las espadañas, y tampoco es rara la presencia de algún “alavanco”ánade azulón (Anas platyrhynchos).

“Pardales”
o gorriones comunes (Passer domesticus), “tordos” o estorninos negros (Sturnus unicolor) y tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) son visitantes habituales de la zona, mientras que “horneras” o colirrojos  tizones (Phoenicurus ochruros), “señoritas”, "pajaritas de las nieves" o lavanderas blancas (Motacilla alba) y “cocotonas” o cogujadas comunes (Galerida cristata) también pueden ser vistas en las inmediaciones.

En los meses de verano es frecuente ver vencejos (Apus apus) y golondrinas (Hirundo rustica) rozando en vuelo la superficie de La Majada para tomar algo de agua.

lunes, 23 de agosto de 2021

Un poco de Villapún en el Centro Miguel Delibes de Urueña

En la localidad vallisoletana de Urueña, también conocida como "la villa del libro", entre otros museos dignos de visitar, se encuentra el Espacio para la Lectura, la Escritura y sus Aplicaciones (e-LEA) dedicado a la figura del escritor Miguel Delibes. El área expositiva del centro incluye una relación de objetos y palabras propias del lenguaje rural, reflejados en alguna de las novelas de Delibes. 

En una reciente visita al e-LEA nos paramos ante el expositor dedicado a un fragmento de la novela "El camino" en el que se evoca el canto dedicado a la "Pastora Divina". Tras la reproducción del texto y descripción de la advocación a esta Virgen un código QR y una dirección de YouTube enlaza al "coro de feligresas de la Iglesia de Villapún (Palencia)", permitiendo el acceso al video "Pastora Divina, seguirte yo quiero" grabado en la iglesia de Villapún el 22 de abril de 2012.


miércoles, 7 de abril de 2021

Actualizado el "vocabulario típico de Villapún"

Una de las secciones más consultadas de www.villapun.es es la dedicada a recopilar los vocablos y expresiones propios de nuestro pueblo, en el que también se incluyen expresiones típicas no exclusivas, pero sí muy características del lenguaje rural.
Recientemente hemos realizado una nueva actualización de la sección, alcanzando ahora un total de 1607 vocablos, de los cuales 562, es decir algo más de un tercio, pueden considerarse exclusivos de Villapún o de la zona y otros 164 serían propios de la provincia de Palencia.
En esta ocasión ha resultado muy valiosa la aportación de Roberto Fernández Mancebo, que nos ha recordado una buena recopilación de palabras características, algunas tan singulares como "achisvar" (atender, prestar atención), "calcitos" (calcetines), "Elías" (el lobo) o "garamona" (engarama, rocío congelado).
Os invitamos a que consultéis el vocabulario y nos hagáis llegar todas aquellas expresiones o palabras que echéis en falta, enviando un correo electrónico a:
rober@villapun.es
villapun@gmail.com

jueves, 4 de marzo de 2021

Recomendación bibliográfica: “Acera De la Vega”

”Homenaje a nuestros antes pasados.” Con tan sujerente subtítulo se nos presenta el libro dedicado a la localidad de Acera de la Vega, publicado hace unos meses por la editorial palentina "Aruz".

¿Y por qué recomendar aquí un libro dedicado a este pueblo? Pues hay muchos motivos, pero el principal es la gran calidad de los contenidos del mismo, con un repaso a todos los aspectos de la vida de un pequeño pueblo, comenzando por su historia y el territorio, con descripción de los pagos y caminos _incluida la Cañada Real_, las construcciones tradicionales, las tareas agrícolas y ganaderas, las fiestas y celebraciones, la alimentación, la artesanía, el ocio y diversiones, el transporte, la vida social... 

El hecho de centrarse en Acera de la Vega no le quita el más mínimo interés para lectores de otros pueblos de la zona, pues comparten multitud de historias y asuntos de la vida rural y muchos reconocerán gran parte de lo descrito. 

El libro está ilustrado con abundantes fotografías de calidad, tanto del pueblo y sus alrededores como de los propios "antes pasados" a los que se homenajea y que igualmente pudieran servir también de homenaje para los del resto de pueblos de la Vega, el Páramo y la Valdavia. 

El autor del libro, Santiago Novoa Montes, tiene un cierto vínculo con nuestro pueblo, ya que es hermano de Pedro, marido de Leo.

En el capítulo dedicado a la educación y la escuela hay un pequeño apartado dedicado a los distintos maestros que impartieron docencia en las escuelas de Acera durante el siglo pasado, donde nos encontramos con un ilustre villapunés: Ampelio Martínez, que ejerció allí durante dos cursos académicos. Él mismo describe en primera persona sus recuerdos de aquellos tiempos. El autor del libro ha tenido la amabilidad de permitirnos reproducir en este blog las dos páginas donde aparece la colaboración de Ampelio.

 

Por último, añadir que a lo largo del libro podemos encontrar imágenes de algún otro villapunés, pero el descubrirlos lo dejamos ya para la curiosidad de los futuros lectores del libro.

jueves, 21 de enero de 2021

Por tener donde "ajotar" alguna palabra hambrienta

Un buen amigo del pueblo nos habla de la necesidad de recuperar antiguos vocablos usados secularmente en el Páramo y nos regala un bonito relato que nos retrotrae a otros tiempos en los que las inclemencias meteorológicas se padecían de diferente manera.

MEMORIA DE PÁRAMO

_"Antes, pues ya te digo,  tenías que ir bien preparao, ¿eh?; bien preparao con angorras, con bragos, con zamarra y la hostia… Cargao, ¡una carga llevabas! Pero no entraba nada aunque estaría todo el día lloviendo… He conocido pastores con albarcas; los choclos ya eran mejores; una cosa muy caliente; las botas eran muy malas... Iba con mi padre medio descalzo. Me hizo unos choclos un zapatero… por tres cuartos de centeno, comprar las plantillas y buscar unas empeñas usadas. Entonces había mejor material que ahora". [un pastor]

“Empeñas”. Tras mucho buscar, al fin lo encontré en “Un lugar en el Páramo Palentino”. El significado de la palabra. Hay quien dice que en “la red” se encuentra todo. Puede que sea cierto –seguro que no_. Pero antes, todo hubo de estar en algún sitio real. Uno de ellos, para mí, es el Páramo. Un lugar donde las palabras no sólo tienen un significado. También hablan de las actividades que las originan; de las vivencias, de las relaciones con el entorno, y entre sí, de quienes las pronunciaron. De éstos van quedando pocos, y las palabras andan por ahí olvidadas o huérfanas de sentido.  Pero sí. Parece que sí, que en “Un lugar del Páramo Palentino” las palabras, en su plenitud,  han encontrado un refugio. A salvo de la tormenta de la modernidad. Aunque no sea más que una chispa de luz, este “lugar” es un referente seguro para que no se extravíen y sigan llegando.

Aunque nací en un lugar que se dice de la Vega, el centro de gravedad del territorio al que pertenezco lo encuentro en el Páramo. Cuando subo, en estos día asombrados de incertidumbres, lo veo como un ser hueco, tallado de silencios milenarios; una costra geológica endurecida por el olvido. Pero si consigo espantar el ruido que las cadenas emiten, agobiando con ciudades paralizadas por la nevada del siglo y calamidades sin fin; si me siento a su lado, me callo y escucho… Entonces descubro que está lleno, cargado de memorias que pugnan por ser contadas. Recuerda, me dice, para nevada la que cayó por aquí el año que te iban a nacer a ti.

Aún lo contaban a finales del siglo las viejas en las noches de invierno. Ni los mayores de entonces, decían, recordaban semejante acontecimiento. Todo empezó de repente. Era el día de Santa Ángela. Los pastores del monte encerraron a toda prisa. Volvían abriéndose camino a brazadas contra la espesura de un viento despiadado. Envueltos en sus zamarras semejaban mariposas aleteando, atrapadas en una cortina blanca. Nadie sabe cuánto duró aquello, ya que el día y la noche, enredados en promiscua orgía devastadora, se olvidaron de anotar el tiempo.

Cuando cesó la tormenta sólo las casas más altas descollaban, cual cumbres de cordillera, sobre cerros que sepultaban tapias y viviendas más bajas. Llegar al leñero era una aventura de riesgo. Alimentar el fuego, un acto continuo de previsión, de sabia economía. Hubo a quien no le alcanzó la hornija para todo el invierno.

En Villarrobejo, que es un sitio de aquí del Páramo; que tiene por patrón a San Andrés, el de la nieve a los pies; donde el día de la fiesta solían bailar las mozas, sobre la mismísima nieve, en zapatos de tacón; en tal lugar hubo una pareja afortunada. Fue un caso muy célebre. Se habían casado la víspera de Santa Ángela. No se recuerda en toda la historia que nadie haya gozado de una noche de bodas tan larga.

Lo contaban los viejos en torno a la hornacha. Dos meses estuvo el Páramo cubierto. Allá en las majadas de La Cerra, Matajuara y El Tremedo las ovejas morían de hambre. En carros encuartados se intentó llevarles el pienso. Al principio, cuando la nieve les llegaba a los cuernos, hasta las vacas más bravas se negaban. Cuando se pudo, y pasado algún tiempo, se acabó la paja, la hierba, los titos, las muelas, la avena, la cebada y hasta el centeno. Sólo se salvaron los rebaños de aquellos más ricos que tenían trigo de sobra.

Y ellos, la gente…, pregunto: ¿sobrevivieron? Cierto. Si no tú habrías sido un aborto, y no estarías aquí preguntando. Entonces… Recibieron ayuda del estado, del gobierno… ¿no? No. Ellos no necesitaban ni entendían de repúblicas lejanas, dictaduras o reinos. No. Eran campesinos. Y con eso bastaba. Mira… Escucha… Te cuento: 

Decían las gentes de la Estepa siberiana (esta es una prima grandota que tengo): “el zar está muy lejos, y los dioses ausentes. Por aquí ni el diablo se acerca. Así que…”. Y como decía un cazador de la Taiga (otra parienta): "para sobrevivir en la Taiga sólo hacen falta tres cosas: pan, sal y gente". Sobre todo gente. Gente unida y suficiente.

Amador Fernández Heras

PS: Quizás alguna vez nos hayamos cruzado en La Raya, buscando setas o, en vano, la puesta de la chocha perdiz. ¿O era el chotacabras? No sé. Si bien no soy de Villapún, no me importaría, si se me permite, adentrarme en este foro. Aunque sólo fuera por tener donde ajotar alguna palabra hambrienta que encuentre por ahí,  apeada contra las ruinas del lenguaje.