"Crónicas de un pueblo palentino"

"Crónicas de un pueblo palentino" es una sección de la web www.villapún.es en la que se publican relatos verídicos o de ficción que tengan relación con el pueblo de Villapún o la cultura rural en general. Si quieres participar escribe tus historias y vivencias, tu relación con el pueblo, acontecimientos del pasado, cuentos del abuelo, aventuras de la infancia..., en fin, lo que quieras y envíalo a: villapun@gmail.com


sábado, 29 de noviembre de 2014

"El diccionario de la EÑE" recopilado por un palentino de adopción

Si hay una letra en nuestro vocabulario que resume la esencia de nuestro idioma y le da carácter esa es la letra eñe. Hasta ahora casi nadie se había ocupado de ella y sólo cuando las multinacionales de la informática amenazaron con eliminarla de los teclados de ordenadores los académicos de la Real Academia de la Lengua Española reaccionaron emitiendo un informe en favor de esta letra tan genuinamente española.
Pero a nadie se le había ocurrido hacer una recopilación de todas las palabras que aparecen en el Diccionario de la Real Academia y que incluyen esta letra en cualquier posición. Y ha sido precisamente un almeriense afincado en Palencia el autor de tan arduo trabajo. Juan Samper es su nombre y es un ingeniero técnico agrícola que en 1962 fue destinado en el  Servicio de Concentración Parcelaria en nuestra provincia, donde ha trabajado hasta su jubilación, recorriendo numerosos pueblos palentinos, en estrecho contacto con los labradores de esta tierra. De ellos le llamó la atención su "correcto hablar en un purísimo castellano muy propio de esta tierra", como el mismo relata en la introducción de su trabajo; y añade: "empecé a escuchar muchas palabras, casi todas referidas a términos del campo, que desconocía pero que tuve que aprender para mi cotidiana relación con los labradores". Y entre estos también los de nuestro pueblo, Villapún, del que nos comenta que conoce algo puesto que pasaba numerosas veces por la carretera hacia Villota y San Andrés cuando ejercía su profesión.
Recientemente ha sacado una segunda recopilación de su trabajo en la que incluye también los nombres de pueblos y apellidos que tienen la eñe en su grafía. Además el texto está acompañado con varios óleos, obra del propio autor, que ilustran algunos pueblos palentinos. Y es que Juan Samper, hombre polifacético, es también aficionado a la pintura desde hace  cuarenta años, habiendo realizado alguna exposición con notable éxito, como la que dedicó a los palomares de nuestra tierra.
Como prueba de sus dotes artísticas os dejo una imagen del cuadro del "pepús" que ha tenido la amabilidad de regalarme y os animo a que le solicitéis una copia digital de su "diccionario de la eñe" escribiéndole a jsamperlu@ono.com
 

jueves, 26 de junio de 2014

La construcción de la escuela nueva de Villapún

En el programa de fiestas de San Pelayo 2014 la Asociación de Mujeres de Villapún nos recuerda las vicisitudes por las que tuvieron que pasar los vecinos del pueblo hace más de medio siglo para conseguir una nueva escuela.
   
UN DÍA ESPECIAL EN VILLAPÚN
  
En el año 1956 se inauguró la nueva escuela de Villapún. En aquellos años el pueblo estaba lleno de niños y niñas en edad escolar, desde los seis años en que comenzaba el período escolar obligatorio hasta los catorce que se abandonaba para dedicarse a las tareas agrícolas.
La escuela era mixta, niños y niñas y un solo maestro o maestra, en esta ocasión maestra, llamada Elena Santos Vallejo. En la anterior escuela ya no era posible admitir un niño más pues estaba ocupado hasta el último rincón.
La Junta Vecinal de Villapún estaba formada por tres hombres jóvenes y con muchas ganas de trabajar y de mirar por el bien de su pueblo. Se pusieron manos a la obra, hicieron reuniones en la Casa de Concejo con la asistencia de todo el pueblo y se expusieron ideas nuevas para ver la forma de construir una nueva escuela.
Entre todos y con la ayuda de Doña Elena surgió la idea de realizar un viaje a Palencia para pedir ayuda a la institución del Gobierno Civil de la provincia, que recibió a las autoridades del pueblo con toda la amabilidad y expusieron el motivo de su visita y sus proyectos.
Se cuenta una curiosa anécdota de esa reunión. “Hombres de Villapún, son ustedes pobres para pedir, porque cuando se viene aquí hay que pedir mucho, que de dar poco ya nos encargamos nosotros”, les dijo el Gobernador Civil de la provincia.
Lo cierto es que vinieron contentos porque consiguieron una ayuda y les dieron ánimos para seguir pidiendo y conseguir nuevos logros para el pueblo.
Es cierto que el pueblo de Villapún fue el que más colaboración prestó: aportó dinero, huebras para traer el material necesario para la obra; cada día, y por orden riguroso, se nombraba a dos o tres vecinos que con sus carros de vacas tenían que ir a la Tejera de Saldaña a traer ladrillos, arena y cemento; aparte de otros vecinos, también por orden de “vez”, que ayudaban a los albañiles a hacer masa y dar ladrillos, que entonces no había hormigoneras ni montacargas como ahora. Hasta el agua tenía que ser transportada en una carral fija en un carro y la llenaban de agua en las presas de la Ontana o en La Majada.
Si reflexionamos un poco nos daremos cuenta de la utilidad que en aquel tiempo se sacaba de un carro y un par de vacas.
Bueno, lo que está claro es que, poco a poco, ladrillo a ladrillo, la escuela se construyó ¡y bien bonita que quedó!
Llegó el día de la inauguración y vino a Villapún, nada más y nada menos, que el Gobernador Civil de Palencia, D. Víctor Fragoso del Toro, en su coche oficial con banderín y acompañado de su secretario y chófer vestido de uniforme y gorra.
Todos los vecinos del pueblo salimos a recibirles a la entrada del pueblo con aplausos, vítores y volteo de campanas. Los miembros de la Junta Vecinal, con su Presidente en primera fila y el bastón de mando, intercambiaron saludos y bienvenidas.
Todos los niños y niñas, con la banderita española en la mano y formando filas, y el pueblo en general se dirigieron hasta la nueva escuela, donde también ondeaba la bandera española, grande y recién estrenada para la ocasión.
Una vez finalizado el acto oficial de inauguración de la nueva escuela se invitó a las autoridades provinciales a pasar por la vieja escuela, en la que se había preparado un aperitivo que fue servido por estas dos guapísimas mozas que figuran en la foto vestidas de camareras. Fue un día inolvidable porque todo resultó entrañable: productos caseros confeccionados en el pueblo y de postre pasteles de crema también elaborados por una vecina del pueblo.
Estas vivencias estaban en el olvido, pero gracias a Elvira, que conserva la foto, hemos podido recordar aquel día, sin duda uno de los más importantes de la historia de Villapún y ello nos hace recordar, con nostalgia, nuestra infancia y nuestra juventud. Cuando salíamos al recreo y, delante de la escuela, los chicos daban patadas al balón o jugaban a la peonza, la “piuca”, y las chicas al castro o a la comba entre otros juegos, sencillos pero divertidos.
Esta escuela de la que hemos hablado se conserva en buen estado y actualmente se utiliza como Teleclub.
   
Asociación de Mujeres de Villapún 

lunes, 26 de mayo de 2014

En mi pueblo "sí hay algo"

No hace mucho, hablando con un paisano me decía que no venía más a menudo al pueblo porque aquí “no hay nada”. Me le quedé mirando a la cara con una media sonrisa entre burlona y compasiva, pensando para mí que más bien donde no hay nada es en el interior de algunas personas, pero no le contesté en ese momento, más que nada por educación, aunque me quedé con ganas de decirle unas cuantas cosas. No es una actitud aislada, ni mucho menos exclusiva de los villapuneses, pues es cada vez más común en la gente de éste y otros pueblos castellanos, que han dejado de acudir a los mismos esgrimiendo como disculpa tan peregrino argumento. Claro, que tampoco faltan estómagos agradecidos que sólo acuden atraídos por el olor de la carne de cerdo gratuita.
Cada vez estoy más convencido de que ser de Villapún, ser de pueblo, es un don que está reservado sólo para unos pocos privilegiados. ¡Qué triste es que quiénes han nacido y crecido en un pueblo no sepan apreciar la gran fortuna que tienen! Nunca lo he entendido y lo único que puedo decir es: ¡ellos se lo pierden!
Pues bien, creo que ha llegado el momento de preguntar a mi vecino (y por extensión al resto de inconformistas):
 

¿Has subido a la torre de la iglesia para otear los alrededores del pueblo?
¿Has ido a coger unas aceras por los caminos en primavera para hacerte una rica ensalada?
¿Has escuchado los villancicos tradicionales que se cantan en la iglesia por Navidad?
¿Has dado un paseo hasta Oncastellana en verano y te has refrescado con el abundante agua de su fuente?
¿Has visto las construcciones tradicionales de adobe que aún quedan en el pueblo?
¿Has recorrido la Cañada Real por donde discurrían los rebaños de meritas y aún pueden verse ocasionalmente?
¿Te has fijado como “majan el ajo” las cigüeñas en primavera?
¿Has ido en otoño a buscar níscalos por los pinos de la Cerra para hacer un buen guiso con patatas?
¿Has leído la placa que hay en la cara oeste de la torre de la iglesia?
¿Has observado el espectáculo natural de las mariposas en verano por el camino de Cañijuelas?
¿Te has dado ya un buen paseo por la Era?
¿Conoces la laguna de la Ontona?
¿Te has fijado en el mural de la salvación que hay en la iglesia?
¿Has disfrutado del coro nocturno de ranas en la laguna del Valle en una noche estrellada de primavera?
¿Te has acercado al corral de Onzarza para apreciar cómo es una de estas construcciones tradicionales de adobe?
¿Has ido en Navidad a buscar berros por los arroyos para hacer una rica ensalada para la cena de Nochebuena?
¿Te has sentado en los bancos de la plaza a echar una parlada con algún vecino?
¿Te has deleitado con el musical canto del cuco que se escucha por los campos en primavera?
¿Te has dado una vuelta por el Valle después de una tormenta?
¿Te has fijado en la antigua cajonera que hay en la sacristía de la iglesia?
¿Has dado un paseo por la Roza en la primavera avanzada cuando los robles echan sus hojas y el melojar está en todo su esplendor?
¿Has visto alguna vez la “bendición de los campos” que se hace el día de San Isidro labrador?
¿Te has tumbado plácidamente en la hierba de la Era una noche de verano a la espera de alguna estrella fugaz?
¿Conoces la escultura policromada de San Hipólito que hay en la iglesia?
¿Has ido en otoño a recoger champiñones silvestres por el campo para hacer un delicioso salteado?
¿Has tirado piedras en la Majada intentando que salten varias veces?
¿Has madrugado alguna vez para disfrutar del espectáculo del amanecer desde la Era?
¿Has escuchado el relajante canto de los alacranes en una cálida noche estival?
¿Conoces el lugar donde los vecinos de Villapún ofrecieron hacer una ermita en honor a la Divina Pastora?
¿Te has acercado al Caño para beber de su refrescante agua?
¿Te has dado una vuelta por la laguna del Páramo para ver si están los "alavancos" o las "guitas"?
¿Has ido a la Mata Montera en primavera a buscar “bragas de pepús”, “flores de perro” o “campanillas” para adornar un jarrón?
¿Has escuchado el característico reclamo de un “relinchón” volando entre la foresta de la Roza?
¿Sabes en qué parte del pueblo estuvo la fuente de la Ontana?
¿Has ido en primavera a coger “senderinas” a los prados para degustar un sabroso guiso?
¿Conoces la historia de San Pelayo y has disfrutado de su fiesta?
¿Te has acercado a la Cuesta del Manzano para ver las talayas de roble?
¿Has jugado de “chiguito” a tirar “cardinchos” al pelo de otros niños?
¿Te has empapado de agua en un día lluvioso de primavera en una caminata por el campo?
¿Has disfrutado de un paseo nocturno por la Roza en una noche de luna llena?
¿Has hecho alguna vez una corona floral con “gurrupitos” y “patas de gallina”?
¿Has construido un muñeco de nieve o has hecho “señoritas” tras una nevada invernal?
¿Has comido los picantes “ajos de pajarita” que salen al borde de los caminos en primavera?
¿Has estado en el teleclub del pueblo echando una partida de cartas o compartiendo un refresco con alguien?

¿Te has bañado alguna vez en la laguna del Páramo?
¿Has escuchado el típico canto del “pepús” procedente de algún tejado del pueblo en una cálida mañana primaveral?
¿Te has dado un pequeño paseo alrededor del pueblo por el camino del Vallejo en una tarde soleada de invierno?
¿Conoces el aeródromo de Villapún?
¿Has olido la cálida fragancia de las violetas y los jazmines silvestres de la Roza a comienzos de primavera?
¿Has recorrido la cañada de Villarrilda?
¿Has bebido el agua de la “fuente de la salud”?
¿Te has sentado en la ladera del Valle en una tarde de primavera para escuchar el concierto de los ruiseñores en la Roza?
¿Has estado en el frontón de la Era echando un partido de frontenis o de pelota a mano?
¿Has probado las setas de coz o las setas de cardo?
¿Te has dado una vuelta por el camino del Gargolito?
¿Alguna vez te has sentado a la sombra de los chopos del Plantío con un buen libro como compañero?
¿Te has fijado en los hermosos colores de los robledales en otoño?
¿Sabrías reconocer el canto gatuno que los mochuelos emiten al atardecer por las afueras del pueblo?
¿Te has dado un paseo por el Brezal y el Paramillo?
¿Has visto la imagen de Villapún desde el alto de Bretos recortada sobre la impresionante Cordillera Cantábrica de fondo?
¿Te has dado una vuelta por los cultivos en primavera cuando las plantas ya están entalladas y verdes?
¿Conoces “el Monumento” de la Pasión que se montaba antaño en la iglesia de Villapún durante la Semana Santa?
¿Has escrutado el cielo estrellado en busca de constelaciones en una oscura noche sin luna?
¿Te has acercado a Villarrilda y sabes que allí hubo un pueblo que al parecer se desahabitó por la peste?
¿Has visto los preciosos arreglos florales que se hacen en el portal de la iglesia para la celebración del Corpus Christi?
¿Sabes jugar a los “gatos” que se hacen con tallos de junco?
¿Has bajado por el camino del Toro para dar un paseo hasta Lagún del Bravo?
¿Has probado a escuchar alguna vez el “sonido del silencio”?
¿Has degustado los tallos tiernos de los “amojoletes” en primavera?
¿Has visitado la estación meteorológica de Villapún y sabes que es una de las ocho únicas que la Agencia Estatal de Meteorología tiene en la provincia de Palencia?
¿Sabrías fabricar un “chiflito” con la rama de una “chopa”?

¿Has cogido renacuajos en La Majada?
¿Te has fijado en la impresionante puesta de sol que se puede disfrutar desde la Era o el Páramo en un día despejado?
¿Sabes dónde está el pago de La Marineja?
¿Te has acercado alguna vez hasta el Montecillo y la fuente de Pantaleón?
¿Has escuchado el cántico tradicional que se entona en la “procesión del Encuentro” el Domingo de Resurrección?
¿Has estado en el pago de Gromaz y sabes que en el mismo pudo haber antiguamente otro pueblo o que fuese el asentamiento original de Villapún?
¿Has visto alguna noche a la “nueta” sobrevolando la plaza del pueblo como un fantasma inmaculado?
¿Has adornado un jarrón con las bonitas y olorosas flores del cantueso?
¿Sabes de dónde se extraía la arcilla para fabricar adobes y cómo se hacían?
¿Te has empapado del cálido sol de otoño en una tarde de paseo por el campo?
¿Has subido alguna vez al Cueto para contemplar los alrededores?
¿Has escuchado en la iglesia los cantos a la Divina Pastora que se entonan durante el Rosario en honor a la Virgen?
¿Has visto las “chopas” del Valle y sabes que constituyen un patrimonio etnológico y natural de gran valor?
¿Has visto el belén monumental que ponen las mujeres del pueblo en la iglesia por Navidad?
¿Sabes en qué rincón de Villapún estuvo la fragua del pueblo?
¿Has comido los “panes” de las malvas?
¿Has disfrutado del espectáculo audiovisual de los vuelos acrobáticos de los vencejos por los cielos del pueblo en primavera y verano?
¿Has ido hasta Hontanares y te has comido un bocadillo a la sombra de sus chopos?
¿Sabes dónde se localiza el pago de Avellanar y su fuente?
¿Has jugado a “la vaca plantada” o “a chillar” por las calles del pueblo?
¿Has visto un campo de amapolas en flor en primavera?
¿Has escuchado el aflautado canto del autillo en el Valle?
¿Sabes dónde estuvo el antiguo cementerio del pueblo?
¿Te has dado un paseo por la cañada de la Rinconada?
¿Te has fijado en la explosión de color que se produce hacia el mes de mayo por la floración de los “zapatitos” de las “argomas”?
¿Te has parado a oler la tierra mojada después de la lluvia?
¿Has ido a finales de verano en busca de moras por los zarzales del campo para elaborar con ellas un delicioso postre con vino y azúcar?
¿Has cogido la bicicleta para recorrer los caminos y pistas de la Nava o del Páramo?
¿Alguna vez has “resnalado” sobre la escarcha de la Era o por la superficie congelada de la Majada después de una helada invernal?
¿Has visto el Guarrate o la Era cubiertos de margaritas en primavera?
¿Has probado carne de lechazo cocinado en horno de adobe con “argomas” y brezo como combustible?
¿Sabes dónde está Vatocendo y te has dado una vuelta por allí?
¿Has fabricado un “tirapiedras” con una horcaja de roble?
¿Has degustado el dulce néctar de las “chupas” que crecen en los prados?
¿Te has dado un paseo por la orilla de la Cueza en época de lluvias?
¿Has subido al alto Lutero y has bebido el agua de su fuente?
¿Has cogido “gallaritas” de los robles para jugar a las canicas o “gallarones” para lanzárselos a alguien?
¿Te has acercado a la laguna de la fuente del Brezo y al corral de adobe que hay a su lado?
¿Has olido la fragancia del tomillo en verano?
¿Conoces el sitio del pueblo donde se ubicó el potro y para qué se usaba?
¿Te has asomado desde la Revilla para contemplar las preciosas vistas que desde allí se tienen de la Montaña Palentina, la Loma y la Vega del Carrión?
¿Has respirado el aire frío en una mañana invernal dando un paseo por los caminos del Páramo?
¿Alguna vez te has refrescado con “chupiteles” en invierno?
¿Has participado en la procesión de la Divina Pastora por las calles del pueblo?
¿Has ido a ver las antiguas presas donde se lavaba antaño la ropa?
¿Te has acercado a dar un paseo hasta los huertos de la Varga?
¿Has escuchado el “cacareo” de las “pigazas” al atardecer en la Roza?
¿Has visto el antiguo fuelle de la fragua que aún se conserva restaurado?
¿Has intentado hacer un escriño con corteza de zarza?
¿Has ido en diciembre a la Roza a coger un poco de musgo para poner el belén?
¿Te has dado un paseo en bicicleta hasta el Quiñón?
¿Has ido a volar una cometa a la Era en un día ventoso?
¿Has estado en Elegidro y sabes que en sus presas se lavaban antiguamente las ropas de los difuntos?
¿Has utilizado el “pelo de ratón” para hacer coscas a un “chiguito”?
¿Sabes para qué sirve la “tierra topinera” y dónde se puede encontrar?
¿Has dado un paseo hasta la laguna de Onzarza?
¿Has ido en otoño a coger “andrinas” para elaborar un aromático licor de orujo?
¿Alguna vez has estado en Espinar?
¿Has hecho un arco de una rama de sauce y has usado como flechas tallos de “husos” recogido en alguna de las lagunas del pueblo?
¿Has escuchado el canto de las "collaronas" en primavera por el Páramo?
¿Te has acercado al alto del Calvario para contemplar desde allí la impresionante panorámica de la Roza, los campos de la Vega y los pueblos cercanos?
¿Has …?

En fin, creo que podría continuar, pero prefiero dejar al gusto de cada cual añadir todas las múltiples posibilidades que tiene un pueblo como Villapún. Aunque quizás ese sea el problema: vivimos en una sociedad que deja cada vez menos margen a la imaginación, en la que prima el “ocio digital” y la cultura urbana frente a “lo rural”, que se margina y desprecia, lo exótico frente a lo local, lo sofisticado frente a lo sencillo, lo moderno frente a lo tradicional, lo efímero frente a lo duradero...
Y volviendo a mi querido paisano, permíteme que te de un humilde consejo: abre bien todos tus sentidos porque las cosas realmente valiosas de la vida son sencillas como el canto de un pájaro, la sonrisa de un niño, la mirada de la persona amada, una bella melodía o un rayo de sol al atardecer. Aprende a disfrutar de estos pequeños tesoros de la vida y serás feliz.
Por cierto, ¿aún sigues pensando que en nuestro pueblo “no hay nada”?
 
Roberto Rodríguez Martínez

sábado, 26 de abril de 2014

Luces en la noche

Cuentan nuestros mayores que antaño no era raro que de vez en cuando las gentes del  campo presenciasen   ciertos fenómenos luminosos nocturnos, experiencias que atemorizaban a las gentes del campo al no saber darlas una explicación racional. Sin entrar en la veracidad o en la causa de tales hechos, queremos presentar aquí testimonio de uno de estos encuentros con "lo desconocido" tal y como lo relató en 1968 María Inmaculada Santos, natural de Villarrobejo.
¿Y que tiene esto que ver con Villapún?. Pues bien, la historia relatada es bien conocida por los más ancianos del lugar ya que su principal protagonista, "el tío Pío", fue el padre de "la Paulina", casada con Silvano de Villapún y aún recordada por muchos en el pueblo. El siguiente relato fue publicado, diez años después de ser redactado, en el “Libro conmemorativo de las bodas de plata del Instituto de Saldaña”. Página 115-116.

 LA LUZ DEL TÍO PÍO

Ocurrió a mediados de este siglo (sobre 1940). Ciertamente que Pío, el mozo robusto y jaranero de Villarrobejo no era miedoso. Muchas veces había recorrido de noche el camino de X a Villarrobejo (pongo X porque ahora ya no existe ese pueblo).

En X vivía su prometida, María Luz, y él iba a pasar la tarde con ella. Sin embargo aquella noche llegó pálido, sudoroso, descompuesto. ¿Qué le había sucedido? Sin fuerzas para tenerse en pie, se dejó caer sobre el rústico banco del hogar campesino de sus padres; al fin pudo hablar y contó lo sucedido:

Él salió de X entrada la noche. Cruzó el valle que separa el pueblo del monte, y a poco de entrar en éste vio que, de entre los matorrales salía... ¡una luz!. Una luz extraña y misteriosa, pálida, casi blanquecina, que brillaba sin despedir resplandores que iluminasen los objetos inmediatos; luz siniestra que le hizo erizar los cabellos de espanto. Hubiera preferido ver brillar los ojos fosforescentes de los lobos, y aún verse acometido por ellos, a la compañía desconcertante de aquella luz tenebrosa que oscurecía su alma y le aterraba, produciéndole sudores de azogado y temblores de calenturiento. ¿Qué hacer?. La luz caminaba delante de él, a prudente distancia, como si pretendiese iluminar el camino, sin conseguirlo. ¿Volver atrás?. No. Era preciso seguir, y así, con tan molesto acompañante, recorrió los 5 kilómetros interminables que le separaban del pueblo. Ya cerca de éste y al llegar donde el camino se bifurcaba, la luz se fue por el que Pío no tenía que seguir. Al verse libre aceleró el paso cuanto pudo, más sin atreverse a correr, por ver si podía, sin más incidentes, llegar a su casa, más cuando tan sólo diez metros le separaban del pueblo, la luz que al parecer se alejaba se vino hacia él con la rapidez del rayo, cruzó por delante, casi rozando sus ropas, y dando un bufido siniestro, se alejó perdiéndose en las sombras. 
Entonces fue cuando de todo punto creyó morirse de espanto. Sólo a costa de un esfuerzo supremo pudo llegar a casa. Aterrados y perplejos quedaron los familiares de Pío cuando el mozo terminó de contar su narración, sin saber que pensar del extraño suceso, cuando otros dos, no menos espantables, vinieron a colmar el pánico de todos. Procedente, al parecer, de los desvanes o paneras de la casa, se oyó un gran golpe seguido de un ruido como de algo que se arrastraba por el suelo, y de unos golpes secos y consecutivos que terminaron en un bufido siniestro muy parecido, según afirmaba Pío, al de la fatídica luz.
No bien terminó el ruido, cuando bajo sus pies empezó a percibirse, clara y distintamente, algo así como si barrenasen el piso de abajo, más como ellos estaban en el suelo no cabía duda que el barrenador debía de ser algún personaje de ultratumba. ¡Quién sabe! Asustados, y sin atreverse ni a respirar, pasaron la peor noche de su vida, rezando y suspirando.
Al fin llegó el nuevo día y un poco más tranquilos, todos juntos, subieron a la panera y allí vieron patente la causa de los ruidos: una criba que estaba colgada cayó, sin saber cómo, sobre el gato, éste quiso huir pero hubo de hacerlo arrastrando consigo la criba, bajó las escaleras dando golpes con el artefacto y al fin pudo huir bufando. El ser misterioso que barrenaba la tierra era un topo; cuando ellos volvieron a la cocina había terminado su obra y asomaba tranquilamente el hocico por el agujero.
¿Y la luz? la luz quedó y está en el misterio. Por aquellos años cuando las madres querían amedrentar a sus hijos, les decían: "No seas malo, que viene la luz del tío Pío".
Esta costumbre ya va desapareciendo, pero todavía hay gente que lo dice y recuerda, y por eso todos nos sabemos la historia de Pío.
 
María Inmaculada Santos Fernández

miércoles, 26 de marzo de 2014

Sobre el ocaso de la sociedad rural tradicional

El siguiente artículo ha sido publicado en el número 337 de la revista Quercus, correspondiente a Marzo de 2014. Hemos recibido el permiso de los editores de dicha revista y de su autor, el conservacionista Joan Mayol, para reproducirlo, ya que creemos que pone el dedo en la llaga sobre las implicaciones de los cambios acaecidos en el mundo rural en las últimas décadas.
              
MENTALIDADES PAVIMENTADAS
 
El cambio más importante de la sociedad humana en el último siglo ha sido la concentración de la población en las ciudades. Nuestra especie pasó del tribalismo nómada a las comunidades agrarias de dimensiones moderadas para acabar -por ahora- en las aglomeraciones masivas. La mayor parte de los humanos viven en grandes urbes. Las consecuencias de este hecho son enormes, no todas en el mismo sentido.
a 
Campo o ciudad.
El paso de las sociedades rurales a urbanas supone ventajas evidentes para sus miembros: el acceso a la educación y la sanidad son fundamentales, la libertad y las opciones de vida son mayores en el segundo caso. No hay duda de que la vida urbana ha sido muy atractiva para cientos de millones de personas, y en el siglo XX los éxodos de campesinos a las capitales y sus suburbios han sido masivos.
En general, los humanos hemos tenido tendencia a agruparnos en función de la disponibilidad de recursos: los grupos cazadores y recolectores eran menores que los de agricultores, y cuando los excedentes de producción y la capacidad de transporte hacen posibles aglomeraciones mayores, éstas crecen hasta extremos sorprendentes.

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Los costes, bien conocidos.
Pero junto a las ventajas evocadas, hay también inconvenientes: la ciudad nos aleja de la vida no humana, nos hace perder las nociones ambientales intuitivas que tienen las personas rurales. Los conservacionistas nos hemos lamentado de ello muy a menudo.

Los magníficos personajes de Miguel Delibes en sus novelas castellanas ("Las ratas", "Los santos inocentes", "Diario de un cazador"...) son un paradigma del ocaso de un mundo rural, donde se conoce lo importante, lo que no es inventado, en acertadísima expresión de El Nini en la primera narración evocada.
Son precisamente los habitantes del mundo rural los primeros en percibir los cambios negativos, la disminución de las poblaciones silvestres, la degradación de las aguas y el medio. No debemos caer, sin embargo, en tópicos simplistas. El habitante rural siente próxima a la naturaleza, pero no necesariamente aprecia todos sus componentes, como bien sabemos. Durante siglos, el hacha excesiva, el fuego fácil o el veneno cruel han sido manejados por campesinos. Como en botica, de todo hay: quien intuye, aprecia y respeta los valores de la naturaleza, y quien abusa de ellos y los destruye; quien observa, reflexiona y aprende, cerca de quien ignora y desprecia. 
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La primera generación urbana.
Los pioneros de la conservación en España, en la segunda mitad del siglo pasado, vivimos en la primera generación que había cambiado masivamente el campo por la ciudad. Labordeta, en una entrevista que puede encontrarse en YouTube, destacaba acertadamente que el éxito popular de Rodríguez de la Fuente se basaba en que su auditorio fue precisamente éste, la población neo-urbana, los que habían dejado atrás lo que ahora veían en sus pantallas: el raposo, el águila, la gineta o el lobo. Les eran próximos, formaban parte de su vida, por lo cual tenían un atractivo cierto.
Actualmente, la labor de los conservacionistas resulta algo más difícil. Para muchos conciudadanos nuestros, las especies silvestres son solo las protagonistas de los documentales, tan lejanas como los personajes de ficción. Hacer comprender el valor de la vida y generar emociones en su favor es cada vez más difícil, aunque la diversidad de medios a nuestro alcance era impensable hace muy poco. ¿Quién imaginaba hace pocas décadas que podríamos seguir en directo las migraciones de nuestras aves en la pantalla del ordenador doméstico?
Volviendo al principio, mi aportación a la reflexión hoy es constatar que la población rural prácticamente ha desaparecido, y que esto tiene costes de conservación. Porque incluso una gran parte de quienes siguen viviendo en el campo o en pueblos menores, han adoptado modos de vida urbanos en su economía, en su ocio, en sus intereses. Probablemente es más urbanita el habitante de una urbanización actual "en plena naturaleza" que un madrileño cincuenta años atrás, que podía ver las ovejas conducidas a pie hacia el matadero, comprar leche recién ordeñada o un pavo vivo por Navidad.
La segunda mitad del siglo XX ha sido la era de la urbanización. Y lo que se ha urbanizado con mayor coste no ha sido el campo o la costa, han sido las mentalidades: para la mayor parte de nuestros conciudadanos la naturaleza es algo lejano y exótico, y no saben ni sienten que influyen y son influidos por ella continuamente. A esto me refiero con la expresión de mentalidades pavimentadas. Tenemos que buscar la arena debajo de los adoquines.

 
Joan Mayol

domingo, 26 de enero de 2014

Una poesía dedicada a las tierras palentinas

La siguiente poesía fue premiada en el concurso convocado dentro de los actos de celebración del 25 aniversario del Instituto Nacional de Bachillerato de Saldaña (Palencia) en 1978 y publicada en el “Libro conmemorativo de las bodas de plata del Instituto de Saldaña”. Página 201-202.
 
                         PALENCIA, SENTIMIENTO  
  
Tengo un cantar dormido entre mis labios
y una pena en el fondo de mi alma,
y una tierra tengo en el corazón
que tiene también pena en las entrañas.
    
Una pena de ayer que hoy se deshace
en la voz de su campo fecundado;
un grito que se transformará en canto
cuando el trigo su piel haya rasgado.
    
Mi tierra en este invierno tiene sed
de grandes manos llenas de esperanzas,
de arados fieros que labren su pecho,
y de semillas ardientes y mansas. 
                                
Camina el sembrador entre los campos
cuando la tierra aún no ha florecido;
arroja paso a paso grano a grano
y el sol ya por el cielo se ha perdido.
 
Es el hombre que vive con su tierra,
que hace senderos a sus bueyes pardos,
que lleva polvo pegado en su frente
y cansados los pies por el trabajo.
 
Cansados de fatigas y de sueño,
cansados de humildad y de trabajo,
obreros, campesinos y mineros,
cansados de sudar caminan hartos.
 
A tus hombres, Palencia, doy la mano,
de tus llanos y ríos me estremezco,
por tus montes de roble llego al páramo
con tomillo y con flores de tu brezo.
 
Son tus tierras resecas en verano
de amarillo rojizo que el Sol quema;
refrescando el azul sobre tu cuerpo
reposa el claro cielo en primavera.
 
Son vivas tus entrañas, verde el fruto
que de tu vientre cedes a la vega;
dorados mares surgen de tus fuentes
de inagotables granos en la siega.
 
Es tu querer lo único que quiero,
Palencia quiere sueños y semillas;
es tu sentir lo único que siento,
Palencia, sentimiento de Castilla.
 
Nadie podrá arrancarme de tu lado
porque ya mis raíces te surcaron;
ya no podré buscar en otra parte
porque tu sol mi savia ha transformado.
 
Quisiera que mi voz sonara a trueno
y que como el relámpago surgiera;
quisiera ser un Dios para nombrarte
y hacer divino el grito a quien lo oyera.
 
Yo sólo soy rocío en la mañana
que tiembla ante los ojos de la aurora;
yo en la tormenta soy perdida estrella
prisionera de lluvia arrasadora.
 
Pero si tú quisieras ser mi playa,
yo sería tu mar acariciante,
surcaría en mis olas el vacío,
para envolverte toda y abrazarte.
 
Tú podrás ser la tierra que yo pise,
y tú serás la tierra que yo more,
y sólo tú la tierra que yo bese,
tú Palencia, serás a quien yo adore.
 
                 Teresita Rodríguez Martínez