"Crónicas de un pueblo palentino"

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domingo, 26 de junio de 2011

Aquellas fiestas del pueblo

Se acercan las fiestas del pueblo que con tanta ilusión esperamos año tras año, antes niños, luego jóvenes y ahora mayorcitos pero no por eso hemos perdido la ilusión. Todavía nos marcamos alguna jota o algún pasodoble que nos hacen volver la vista atrás cuando el baile se celebraba en la era con una orquesta compuesta por acordeón, chiflita, bombo y platillos. Aguantábamos la respiración para sentir más dentro la música. Por San Pelayo todas estrenábamos vestido nuevo y zapatos nuevos. Por cierto, los zapatos solían hacernos daño pero nosotras aguantábamos el dolor sin dejar de bailar. Algunas costumbres siguen igual que antes como la misa del primer día dedicada a San Pelayo y la del segundo día a los fíeles difuntos de la parroquia. Hace años el presidente del pueblo tenía la obligación de ir con traje, camisa blanca y corbata, y terminaba el complemento con el bastón reluciente con borlas de hilo de seda. A la salida de misa estaban los músicos esperando a las autoridades y tocaban una pieza. Luego seguían tocando hasta la casa del presidente y todo el pueblo acompañaba. Esta costumbre hace años que se perdió. El segundo día de fiesta, de mañana, los músicos con los mozos del pueblo salían a dar la diana o pasacalles que se llama ahora. Iban por las calles y paraban en cada casa tocando una canción y los mozos entraban dentro con una bandeja para pedir la propina que serviría para pagar, entre todos, a los músicos. La hora de la comida era muy importante. Entonces no se comían langostinos ni cigalas. Se comía el "gallo" que se criaba lustroso en el corral comiendo trigo a placer. Otro manjar era el cordero que se había criado en el campo comiendo la hierba en El Quiñón o en Villarrilda. Las madres le asaban en el horno de leña donde entonces cocían el pan y para estos días hacían unos sequillos de manteca que estaban deliciosos El único juego que había era el de la "ballesta". Consistía en un tablero con unas tabillas boca arriba. La ballesta disparaba el perdigón y si caía la tablilla habían conseguido un premio que consistía en unas pocas almendras. Así iban pasando las fiestas; con alegría y a la vez con pena pues éramos conscientes de que hasta el próximo año no volvía a llegar San Pelayo. ¡FELICES FIESTAS PARA TODOS!
 
Asociación de Mujeres de Villapún
 
Relato publicado en el programa de fiestas de San Pelayo 2011