A veces no es necesario irse muy lejos para encontrarnos espacios verdes con una variada representación de seres vivos, que no solemos valorar por tratarse de especies comunes a las que habitualmente no se presta demasiada atención. Es el caso de La Majada, a las afueras de Villapún, cuyo propio nombre alude a un lugar donde se recoge el ganado por la noche o al estiércol de los propios animales, aunque también puede hacer referencia a un prado o braña, que en nuestro caso se justificaría por la presencia cercana de La Era donde pastaban los ganados. Otra interpretación relacionaría este nombre con el lugar donde se majaba o machacaban las mieses, derivando entonces del latín medieval "majo", que significa mazo; igualmente en este caso la cercana presencia de las eras del pueblo podría también dar sentido a esta última interpretación. Sea como fuere, La Majada en Villapún constituye una pequeña charca que ha venido siendo utilizada como abrevadero de ganado hasta finales del pasado siglo. Fue en octubre de 2010 cuando las obras de ampliación de la calle al lado de la lámina de agua, incluyendo el añadido de aceras, hicieron perder un buen trozo de la misma y unos años después el vaciado completo de la cubeta para proceder a la limpieza conformó la actual estructura de La Majada. Desde entonces, se ha ido recuperando la vegetación natural y parte de la fauna característica de este lugar.
Comenzando por las especies de plantas, por su abundancia destacan los “husos”, “puros” o “pelusas”, nombre local de la espadaña o anea (Typha latifolia), especie más propia de La Vega, pero que desde finales del siglo XX puebla también la laguna de Las Esterreras y la de La Majada. Sus hojas se han utilizado tradicionalmente para hacer cestas y los tallos secos de la inflorescencia como varas de cohetes o para fabricar flechas para los arcos que se hacían los chiguitos con ramas de “chopas”.
Entre las plantas más vistosas de la zona destacan también la adelfilla pelosa (Epilobium hirsutum), de flores rosadas, y el alisma o llantén acuático (Alisma plantago-aquatica), de pequeñas flores azuladas, que no tiene nada que ver, más que en el nombre, con el llantén menor (Plantago lanceolata), planta herbácea que también abunda en las inmediaciones, así como la muy común zanahoria silvestre (Daucus carota) y los “acerones” (Rumex crispus).
También espinosas son las inflorescencias del “candelabro” o cardo cardador (Dipsacus fullonum), cuyo nombre vulgar deja claro su uso tradicional, además de haberse usado para adornar jarrones por su belleza. Los frutos de la bardana (Arctium lappa) reciben el nombre de “cardinchos”, cuyas brácteas ganchudas hacen que se peguen muy bien a los tejidos, por lo que de chiguitos jugábamos mucho a tirárnoslos a la ropa e incluso al pelo; también se podían hacer bolas o figuras uniendo unos con otros y antaño se usaban para tapar agujeros en las paneras cuando escaseaba el cemento.
La “hierba de la culebra” o gordolobo (Verbascum pulverulentum) se usaba tradicionalmente para la pesca ilegal envenenando o “enverbascando” el agua y también para hacer mechas de candiles. El diente de león (Taraxacum officinale) se conoce en Villapún con el curioso nombre de “hierba de mear la cama”, por la advertencia que se hacía a los niños pequeños de que al cortar sus flores se orinarían en la cama por la noche, creencia popular que tiene su origen en las propiedades diuréticas de esta planta. “Amargazos” es el nombre local para la hierba de Santiago (Senecio jacobea), cuyas flores amarillas resultan tóxicas para el ganado, lo que justifica su denominación popular. También venenosos resultan los frutos de las “uvas de perro” o dulcamara (Solanum dulcamara). Los juncos (Juncus inflexus) son plantas típicas de humedales, con las cuales antiguamente se tejían cestillas y los chiguitos jugaban a hacer “gatos” que se entrelazaban unos con otros para ver quien ganaba al romper el del contrario. Sobre la superficie de La Majada abundan las lentejas de agua (Lemna minor) que pueden llegar a cubrir casi toda la lámina de agua.
Por lo que se refiere a la fauna presente en La Majada y sus inmediaciones, nos centraremos únicamente en las especies de vertebrados más habituales. En cuanto a los anfibios anuros destaca la rana común (Pelophylax perezi), con presencia también de alguna ranita de San Antón (Hyla arborea). También está presente el sapo común (Bufo spinosus) y en menor medida el sapo corredor (Epidalea calamita).
“Pardales” o gorriones comunes (Passer domesticus), “tordos” o estorninos negros (Sturnus unicolor) y tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) son visitantes habituales de la zona, mientras que “horneras” o colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros), “señoritas”, "pajaritas de las nieves" o lavanderas blancas (Motacilla alba) y “cocotonas” o cogujadas comunes (Galerida cristata) también pueden ser vistas en las inmediaciones.
En los meses de verano es frecuente ver vencejos (Apus apus) y golondrinas (Hirundo rustica) rozando en vuelo la superficie de La Majada para tomar algo de agua.
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